Locales
«Los pobres, los marginados, los oprimidos y los últimos tienen en su misión un lugar especial y a ellos se dedicará con máxima atención y cuidado»
Compartimos la homilía del Padre Obispor Jorge Eduardo Scheinig en la Misa Crismal, desde la Catedral Metropolitana de Mercedes
Jesús se presenta en la sinagoga de su pueblo Nazaret y lee un pasaje del profeta Isaías. El evangelista Lucas en un párrafo anterior escribe: “Jesús volvió a Galilea con el poder del Espíritu y su fama se extendió en toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan”. (Lc. 4, 14-15). Parece lógico que sus paisanos tengan puesta en Él una enorme expectativa. Muchos se preguntarían: ¿Quién es éste? ¿Será Jesús el esperado?
En el texto que Jesús lee, el profeta anuncia que ha sido ungido y enviado por Dios a dar una Buena Noticia al pueblo. Tiene como misión consolar, dar la vista y liberar al pueblo que está herido, ciego y cautivo y debe además proclamar un año de gracia porque ha recibido de parte de Dios la autoridad para anunciar un cambio total de situación.
Recordemos que en Israel cada cincuenta años se decretaba un año jubilar, en el que se perdonaban todas las deudas y las personas cautivas recuperaban la libertad. En ese año de gracia el pueblo comenzaba una nueva etapa en la que todos, especialmente los que se habían empobrecido por sus deudas, volvían a tener las mismas oportunidades.
Después de leer ese texto, Jesús hace un breve comentario con el que da comienzo a su misión: “Hoy se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”
Lo anunciado por el profeta, se cumple plenamente en Jesús. Él es el Ungido por el Espíritu. Jesús es el Mesías. Jesús es el Cristo y al inaugurar un año de gracia, su misión será la de provocar un cambio total en la historia humana.
Los pobres, los marginados, los oprimidos y los últimos tienen en su misión un lugar especial y a ellos se dedicará con máxima atención y cuidado, porque son los pequeños los preferidos por el Señor. Pero como todos somos deudores, cautivos, ciegos y oprimidos, su misión se extiende a todos y como Buen Samaritano reconoce a todos como prójimos y por eso no excluye a nadie de su trato, ni por ser pobre o rico, ni por ser religioso o no, ni por ser judío o extranjero.
¡Hoy es el año de gracia y lo será hasta el final de los tiempos!
Para hacer realidad esta Buena Noticia, a toda persona que crea en Él, Jesús la convoca a ser parte de un Pueblo peregrino, que a lo largo de la historia deberá asumir los desafíos propios de cada tiempo. Y para que su Iglesia esté en constante salida misionera, todos en ella somos ungidos con su Espíritu, para quedar investidos de su autoridad, de su apasionamiento y de su parresia, para que nadie se quede sin este anuncio de salvación.
Es una misión novedosa porque se nos llama a generar una transformación profunda. No es entonces barnizar superficialmente la realidad, es abrir nuestros oídos sordos, soltar nuestras lenguas enmudecidas, ver más allá. Se trata de despertar nuestra capacidad de profecía para que la voz de Dios sea escuchada en todas las circunstancias humanas, especialmente donde la vida pueda estar siendo amenazada.
Nosotros, queridos sacerdotes, nos hemos dejado seducir por este Cristo y por su misión. Le hemos creído. Nos seduce su persona, su mensaje, su vida, todo lo suyo nos cautiva. Y lo hemos dejado todo para seguirlo y para colaborar con Él en su misión de transformar el mundo y la historia y que el Reino del Padre sea una realidad.
Misteriosamente, el Señor sabe de nuestra pequeñez y fragilidad y al mismo tiempo, conoce que en nuestro corazón hay amor y docilidad hacia Él y por eso, nos unge con su mismo Espíritu para asimilarnos a Él y a su misión. Jesús nos comparte su autoridad, para que ese “hoy” que comenzó en la sinagoga de Nazaret, siga perpetuándose en la historia y hasta el final de los tiempos. Nosotros somos pastores en este Pueblo de ungidos y tenemos la tarea de mantener viva esta misión, sin perdernos y enredarnos en superficialidades e insignificancias.
En la carta que dirigí a toda nuestra Iglesia en el Miércoles de Cenizas, les decía que la amistad sacerdotal la elegimos, pero la fraternidad sacerdotal la eligió Jesús por nosotros, porque nos ha llamado a todos para que juntos llevemos adelante esta misión. Les agradezco mucho todo lo que hacen por sostener la fraternidad. Celebro cuando se encuentran a festejar un cumpleaños, a compartir la vida o la tarea pastoral y cuando se acompañan unos a otros en el camino de la vida. ¡Gracias!
¡Esta eucaristía es un signo extraordinario de nuestra comunión!
¿Cómo re-enamorarnos perseverantemente de este Señor de la Vida? ¿Y cómo seguir con su misión? ¿Qué es lo que concretamente tenemos que hacer en este tiempo?
Resuena muy fuerte en mí lo que dice Jesús: “Hoy se cumple la Escritura”.
Me atrae y me vuelve a fascinar saber que su Palabra es actual porque es una Palabra viva, lo que Ella dice se cumple, lo que toca queda transformado. ¡La Palabra, tiene vida hoy!
Me pregunto si no es éste el tiempo para convertirnos más a esa Palabra viva que es Jesús y su mensaje. Me cuestiono, si en la misma Palabra no está la fuente que andamos buscando y necesitando para encender nuestros corazones, el de nuestras comunidades y el de la Iglesia toda. Si no es la Palabra viva del Señor lo que necesita todo nuestro pueblo para sanar sus heridas, ser consolados, recuperar la vista y ser liberados de toda opresión.
Cada uno de nosotros sabe cuánto impacta la Palabra de Jesús en su vida personal y en nuestra misión pastoral. Creo que podemos coincidir en que la Palabra no está lo suficientemente internalizada entre nosotros. Nuestro pueblo siente que la comunión con el Señor se da sólo en la comunión sacramental con su Cuerpo, que sin dudas es así, pero no experimenta estar en comunión con Él cuando se proclama la Palabra sea en nuestras acciones litúrgicas, o en la meditación comunitaria o personal.
Puede sucedernos, que usemos la Palabra adecuándola a nuestros pensamientos y necesidades, pero poco nos adecuamos a ella, o también, que no sea la fuente de luz que ilumina a nuestras pastorales, porque está presente sí, pero como algo ya conocido, como algo repetido, pero no la escuchamos como dicha para nosotros hoy, aquí y ahora, dejándonos transformar por su propia fuerza. Corremos el riesgo que el Evangelio del Señor quede silenciado, arrinconado y no sólo por una cultura relativista, sino también porque nosotros lo presentamos de una manera tibia, que adormece al que lo escucha y así termina por no cambiar nada. La Palabra no provoca la conversión.
¿Cuánto de todo esto es también nuestra responsabilidad? ¿Podremos hacer ese trabajo pastoral y misionero de enamorar y entusiasmar a muchos en el seguimiento del Señor con su Palabra?
Nosotros, pastores y sacerdotes y toda nuestra Iglesia Particular de Mercedes-Luján, necesitamos convertirnos más a la Palabra de Dios que es convertirnos al mismo Dios que nos llama. Creo que estamos en un tiempo propicio, porque nuestras comunidades son bondadosas y tienen hambre de la Palabra a la que reciben siempre como Buena Noticia.
Vale la pena traer aquí, aquello del mismo profeta Isaías: “Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come, así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé”. (Is. 55,10-11)
Les comparto que hace un tiempo vengo pensando en la necesidad de hacer un Sínodo Arquidiocesano sobre la catequesis. A medida que fui charlando con la Junta de Catequesis y con el Consejo Presbiteral, me voy dando cuenta que el tema debe ser mejor definido, porque la catequesis tiene que ver con la Evangelización y con la Trasmisión de la Palabra y con el Kerigma y con el cambio cultural y con una cantidad de temas que necesitamos charlar y discernir muy bien.
Para tal fin, prontamente convocaré a sacerdotes, diáconos, religiosas, religiosos y muy especialmente, a un número importante de nuestros catequistas, que son expertos en la transmisión de la Palabra, a que juntos, en una especie de reunión pre-sinodal, definamos mejor el tema del Sínodo y todos los temas que están relacionados y que necesitaremos tener en cuenta.
Convocaré al Sínodo para llevarlo adelante durante el próximo año y terminarlo no más del año 2024. Este año nos servirá de preparación.
No deseo convocar a un Sínodo para que todo siga como lo venimos haciendo. En todo caso, vamos a reafirmar nuestras buenas prácticas, pero también, voy a alentar a que nos animemos a cambiar todo lo que necesitamos cambiar, porque muchas de nuestras maneras de evangelización y/o catequéticas y/o de la transmisión de la fe, van caducando.
No detendremos la marcha de nuestra catequesis, ni de nuestra Iglesia, porque al mismo tiempo necesitamos estar en comunión con el Sínodo Universal y también con la Asamblea Eclesial Latinoamericana.
Haremos el ejercicio de aprender a caminar juntos en esta realidad que es crucial para nuestras comunidades y para toda nuestra Iglesia. La catequesis no está solo relacionada a la iniciación de la vida cristiana, o a las catequesis pre-sacramentales, a ella le concierne toda la vida de la Iglesia: parroquias, colegios, santuarios, movimientos, áreas pastorales y a todas las edades. Debemos repensar la catequesis de jóvenes y de adultos y no sólo para el sacramento de la confirmación.
Al mismo tiempo, dos de nuestros sacerdotes comenzaron la licencia en Sagrada Escritura y les he pedido ̶ y ellos han aceptado de buen grado ̶ poner en marcha lo que podríamos llamar una Escuela de la Palabra. Mucho me ilusiona desarrollar una pastoral bíblica, para que todo el Pueblo de Dios vuelva a descubrir la fuerza de la Palabra y enamorándose de ella, que es lo mismo que enamorarse de Jesús, reafirmemos todos nuestra condición de discípulos – misioneros.
El Papa Francisco, en su discurso dicho en la conmemoración del 50 aniversario del Sínodo de los obispos, nos vuelve a recordar una doctrina cierta y segura de la Iglesia: “El sensus fidei impide separar rígidamente entre Ecclesia docens y Ecclesia dicens ya que también la grey tiene su “olfato” para encontrar nuevos caminos que el Señor abre a su Iglesia”
Nuestra Iglesia de Mercedes-Luján tiene una enorme y riquísima tradición en la pastoral catequética. Son muchísimas las personas catequistas. Necesitamos que nuestro Pueblo santo y fiel exprese todo lo que piensa y siente y desde su fino sentido de fe, desde su olfato, ayude a que todos juntos, en comunión y participación, de manera sinodal, nos dispongamos a la escucha, al diálogo, al discernimiento y a la toma de decisiones.
Estoy seguro que el Espíritu se manifestará, nos inspirará y guiará a encontrar caminos nuevos de evangelización y de catequesis.
Deseo que el Sínodo nos enseñe nuevas formas de comunión y participación y que aprendamos a tomar juntos las necesarias decisiones pastorales, porque según un principio muy estimado de la Iglesia del primer milenio: “lo que a todos toca debe ser tratado y aprobado por todos”. Hoy lo haremos en torno a la catequesis y en otros momentos, lo haremos también con otros temas que hacen a nuestra vida eclesial.
Finalmente, les recuerdo que el domingo 22 de mayo nos encontraremos en nuestra peregrinación arquidiocesana al Santuario de Nuestra Señora de Luján. En ese día, pondremos en sus manos de Madre, la vida de nuestra Iglesia y lo haremos con mucha esperanza y alegría y muy seguros de su maternal y tierna compañía.
María ha escuchado la Palabra de Dios con sus oídos y con su corazón y la Palabra se hizo carne en Ella.
Dios quiera que nosotros, animados por nuestra Madre de las Mercedes y de Luján, tengamos sus mismos sentimientos y que transformados por la Palabra del Señor, podamos ser testigos de Jesús allí donde el Señor nos envíe.
+ Jorge Eduardo Scheinig
Arzobispo Metropolitano de Mercedes-Luján