Editorial: Aquellos héroes

Fueron héroes, nuestros héroes. Fueron aquellos que saliendo de la adolescencia terminaron poniéndole el cuerpo a una guerra absurda, desigual y tan inesperada como improvisada.

La obsesión de un grupo de militares por mantenerse en el poder, cuando la dictadura instaurada en 1976 transitaba sus últimos pasos, generó en el país un escenario de desesperación y toma de malas decisiones sin reparar en el daño a futuro.
La debilidad diplomática, la incongruencia y los errores de cálculos en materia logística, entremezclamos con expresiones grandilocuentes, fanatismos infundados y mensajes distorsionados, llevaron a conscriptos desprovistos de capacitación, indumentaria acorde y armamento apropiado a exponerse ante un ejército profesional y entrenado para la contienda bélica. Sin embargo, pese a las dificultades y a las adversidades diarias, estos supieron con su grandeza hacer frente y resistir hasta el instante mismo en que la situación se volvió irreversible.

Familias destrozadas, porvenires hipotecados, secuelas imborrables y falta de reconocimiento fueron algunas de las marcas que también dejó la guerra entre los soldados y sus seres queridos. Heridas que duelen tanto o más que las sufridas en combate. Y que en muchos casos aún no terminan de sanar.

A 41 años de aquel gélido otoño malvinense buena parte de la sociedad contempla y redimensiona el esfuerzo mayúsculo de esos cientos de chicos que pusieron en juego su vida por la grandeza de la Patria.

Desde 1982 en adelante, el 2 de abril cobra un significado diferente para quienes habitamos este suelo. El conflicto armado del Atlántico Sur fue ilógico e irracional desde cualquier punto de vista que intente ser analizado. Por ese, y por tantos otros motivos, los ex combatientes deberán ser considerados héroes por siempre.