Editorial: Aquel 30 de octubre

El 30 de octubre de 1983 Raúl Ricardo Alfonsín, candidato a la Presidencia de la Nación en representación de la Unión Cívica Radical, fue proclamado primer mandatario por la voluntad popular.

La inolvidable jornada de la que se cumplirán mañana 40 años marcó un antes y un después para la historia argentina. Desde entonces las Fuerzas Armadas dejaron de tener injerencia directa sobre las decisiones políticas y económicas del país.
La llega de Alfonsín al Gobierno no significó solamente el fin de la dictadura militar. La primavera democrática traía consigo además inmensos desafíos de cara al futuro y la responsabilidad de echar luz sobre lo ocurrido desde el 24 de marzo de 1976 en adelante.

Argentina, a partir de entonces, comenzaba a desandar un sendero que auguraba paz, prosperidad y respeto por la dignidad de todos y cada uno de sus habitantes. Habiendo recuperado estos el derecho a elegir a sus propias autoridades, tal cual lo establecido en Constitución nacional.

Tras siete años de censura, persecución y terror, la ciudadanía recuperaba la democracia que perdura hasta estos días. Expresiones sociales, culturales, artísticas, intelectuales y políticas marcaron reaperturas y la expansión y aparición de identidades hasta entonces oprimidas. Con el advenimiento de la democracia se renovaron las expectativas. Se dio inicio a un nuevo periodo constitucional enmarcado en la sana convivencia institucional.

“Las urnas están bien guardadas”, había contestado el por entonces presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri en 1981, cuando de manera masiva se pedía a gritos una convocatoria a elecciones. El fracaso estrepitoso de la Junta, acelerado una vez conocido el resultado de la guerra en Malvinas, abría espacio a otra era.

Las libertades de las que hoy gozamos tienen estrecha relación con aquella jornada cívica de 1893. Y con todos los gobiernos electos que sucedieron al de Alfonsín, sin importar colores políticos. Desde hace 40 años Argentina defiende su democracia, con errores y aciertos; con defectos y virtudes. Pero anteponiéndola por sobre todo.