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Los impactos inmediatos y futuros del coronavirus en el mundo y en la Argentina

Por Marcelo Elizondo — Columnista de Santa María FM 88.1

El país tiene poca presencia en muchos de los mayores rubros de la globalización, pero es en el comercio internacional donde sufrirá un principal impacto de esta crisis. El turismo y Vaca Muerta, bajo examen.

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El COVID-19 apareció y muy pronto creó un drama mundial. Quizá una peste como ésta en otro momento no hubiese salido de su lugar de origen tan rápido ni hubiese llegado tan lejos (en el mundo hay unas 1.500 millones de llegadas de turistas al año, mientras que habían solo 25 millones en 1950, 166 millones en 1970 y 435 millones en 1990).

La globalización es indetenible (y trae en el balance general más beneficios que perjuicios), pero incrementa flujos de todo tipo: de datos, de conocimiento, de bienes y servicios, en las finanzas y de personas -con sus aportes creativos valiosos y sus enfermedades-. Desde hace un tiempo el mundo asiste a cuestionamientos sobre la base en la que se produce la imparable hiperviculacion de países, naciones (pueblos) empresas y personas, que pueden integrarse fácilmente en sus economías (no parece que ello se pueda revertir sin costos) pero que con ello hacen esforzar a las culturas, las prácticas privadas y públicas y las capacidades de gestión estatal -que son muy diferentes según de quien hablamos-.

Así, por un lado y antes de hoy, ya las reacciones ante la inmigración en Europa, los rechazos de Donald Trump a la denunciada falta de respeto a la propiedad intelectual en China, la justificación de los brexiters de su postura basándose en el sobreregulacionismo continental europeo, la facilidad con que un mero atraco con un automóvil que atropella a un puñado de personas en algún lugar del globo se convierte en un atentado terrorista de impacto global, las marchas de protesta contagiadas en simultaneo en diversas ciudades -en países desarrollados o emergentes- fundadas en pretensiones internacionalizadas; y por otro lado y ahora, la propagación de esta peste; todo ello hace pensar que la globalización que empezó reblandeciendo fronteras hoy se sorprende ante nuevos acontecimientos domésticos (no ya limítrofes) que se globalizan.

La globalización. que empezó reblandeciendo fronteras. hoy se sorprende ante nuevos acontecimientos domésticos (no ya limítrofes) que se globalizan.

Este dramático fenómeno actual podría dejar en el futuro cercano impactos en el modo en el que los países se vinculan e integran entre sí; llevando a la globalización económica a considerar -para una nueva etapa de avance- aspectos muy distintos a los que han empujado la internacionalización hasta hoy -que han sido la armonización, flexibilización y facilitación internacionales de normas económicas- para desarrollar respuestas basadas en cuestiones mucho más cualitativas.

Esta actual globalización hizo llegar ya a 25 billones de dólares anuales el comercio trasfronterizo global, pero a una cifra mucho mayor la internacionalización económica (unos 5 billones más) si se agregan los flujos financieros, el valor económico del trafico de datos no computado por transacciones, la interacción intangible de empresas en cadenas internacionales de valor y los flujos de inversión extranjera en la economía real.

¿Y cómo está entonces ahora parada Argentina al respecto?

Pues hay dos planos de análisis. Uno se refiere a la mirada hacia el futuro: nuestras elites deberán desarrollar perspicacia para participar en la construcción de un muy probable nuevo escenario global, que suceda al actual en el que se ven tremendas fallas de las viejas instituciones multilaterales del siglo XX que han estado absolutamente desbordadas -ya antes de la propagación de esta peste-, para enfrentar problemas como el sanitario actual, pero también como la regulación de la intangibililización del comercio internacional, la desnacionalización de las personas -turismo, migraciones, inversiones y teletrabajo internacional-, la competencia económica entre países en base a discutidos regímenes locales que muchos consideran espurios, el cambio climático o el enfrentamiento del terrorismo y el narcotráfico.

El otro se queda en el más crudo presente: siendo que la Argentina tiene poca presencia en muchos de los mayores rubros de la globalización económica, es en el comercio internacional donde sufrirá un principal impacto de esta crisis. Por una parte porque caen los precios y los volúmenes del comercio de commodities: Argentina exporta 6.000 millones de dólares de productos de la cadena productiva basada en animales, 25.000 millones de dólares en la de vegetales, 12.000 millones de dólares de alimentos con alguna elaboración y 4.000 millones de dólares de commodities minerales. Se sumará a lo referido el impacto que genere el freno que sufran las economías de China y la Unión Europea (los dos focos mayores del problema) que son dos mercados muy relevantes para nuestras ventas externas (la Unión Europea compra casi 9.000 millones de dólares anuales desde Argentina y China lo hace en casi 7.000 millones de dólares).

Pero por otra parte también habrá impacto en el turismo internacional, que dejará un indeseado regalo: Argentina es el mayor receptor de turismo internacional en Sudamérica, con unas 7,4 millones de llegadas estimadas en 2019, y el gobierno esperaba recibir 6.000 millones de dólares por esta vía en 2020 que ya no llegaran ni en ese importe y quizá tampoco en uno cercano.

Y además si se esperaban inversiones en la producción energética (Vaca Muerta) la caída en el precio del petróleo (cuyo precio está hoy 30% por debajo del que se estima que es requerido para justificar estas inversiones) las aleja. YPF ha anunciado un plan por 1.800 millones de dólares en inversiones que quedan atormentadas por el impacto de la peste.

La Argentina es el principal receptor de turismo internacional de Sudamérica, con 7,4 millones de arribos en 2019. El gobierno esperaba recibir 6.000 millones de dólares por esta vía en 2020. Ya no llegará ni ese importe ni lo hará en un futuro cercano.
Si a ello le agregamos que nuestro país (considerado por buena parte del mundo financiero un defaulteador recurrente aun en tiempos menos anormales) se encuentra en pleno proceso de renegociación de los términos de una parte de la deuda pública (proceso que ante el movimiento del piso financiero mundial se ve contaminado y puede empeorar resultados), el contexto nuevo aparece como muy complejo.

El mundo atraviesa una crisis sanitaria con impacto económico pero también lo que quizá sea la primera crisis psicológica popular global, y en ese marco, al menos por unos meses, caerán exportaciones e importaciones (que sirven para la producción local), así como se verá afectado el turismo internacional, y las inversiones se retrasarán -hasta en los negocios menores-, se debilitará toda la economía mundial mientras el contexto financiero aturde.

Mientras, a la vez, ha de estar generándose un subsuelo para rediscutir el contexto institucional global.

Y hay que enfrentar todo ello en el mismo lugar y el mismo tiempo.

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