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«¿Quiénes estamos aquí y ahora en la Casa de la Madre de Luján? Físicamente somos muy pocos, pero espiritualmente estamos absolutamente todas y todos.»

Homilía del Arzobispo de Mercedes – Luján, + Jorge Eduardo Scheinig en la Fiesta de Nuestra Señora de Luján

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Aquí está el pueblo Argentino, muy especialmente los afectados en este tiempo de pandemia: los enfermos; los familiares de las personas que han fallecido, los que ya han partido, los trabajadores de la salud y todos los que trabajan para que el país tenga vida y los investigadores de la vacuna. También están los más pobres, los que más tienen, los ancianos, los que viven en los geriátricos, los que están en la calle, sin casa. Aquí están todos los niños, los de capacidades diferentes, los jóvenes, todas las familias, todas las madres y todos los padres, las mujeres que sufren violencia, los que tiene hambre, los presos, los que están sin trabajo, los que tienen miedo a lo que vendrá. Están todas las provincias, todas las ciudades, los pueblos y los barrios, también los pueblos originarios, las autoridades civiles, los partidos políticos, los empresarios, los movimientos populares, los maestros y docentes, los sindicalistas, la gente del campo, los militares y las fuerzas de seguridad, los veteranos de Malvinas. Están todas las comunidades parroquiales del país, las catequistas, los servidores de nuestras Cáritas, las religiosas, los religiosos, los sacerdotes, los diáconos, los seminaristas y mis hermanos obispos.
Esta mi diócesis de Mercedes-Luján que hoy hace su peregrinación virtual.
Aquí están el Negro Manuel, fiel amigo y servidor de la Virgen y el padre Salvaire, que le hizo esta casa a la Virgen. Pedimos por ellos para que prontamente sean proclamados santos.
Y muy especialmente, está nuestro querido Papa Francisco, que en esa hermosa carta que nos envió hace unos días nos decía: “Estaré espiritualmente junto a Ustedes, como peregrino espiritual y ´virtual´”.
Disculpen la larga lista, quedan muchísimos sin nombrar, pero deseo expresar que todos estamos aquí con la Virgencita, porque es un momento muy delicado de la vida de la Patria y necesitamos estar juntos en el corazón de nuestra Madre, María de Luján. Ella, llena de ternura, siempre, a toda hora y en toda circunstancia nos recibe a todos. Por favor, que nadie se quede afuera de este encuentro familiar.
Acabamos de escuchar un pedacito del Evangelio según San Juan. Allí se nos relata una situación decisiva y definitiva en la vida de Jesús. Él está en la cruz, despojado de todo pero absolutamente confiado en su Padre. Está dando un paso lleno de novedad para Él y para todos nosotros. Su Pascua cambiará la historia de la humanidad. No es lo mismo antes de Cristo que después de Cristo, el mundo y la historia serán otra realidad.
Al pie de la Cruz está su Madre, un discípulo amado por Jesús y otras dos mujeres. Son testigos silenciosos del momento en el que Dios por medio de Jesús está haciendo nuevas todas las cosas.
En ese instante crucial, Jesús le dice a su Madre que reciba a ese discípulo como su hijo y al hijo que la reciba a Ella como su madre, y desde ese momento el discípulo la recibió en su casa.
En la Pascua de nuestro Señor Jesucristo, que es un punto central de la historia, nace una nueva humanidad, todos somos hijas e hijos de Dios con la misma dignidad y por lo tanto, hermanos entre nosotros. El sueño de Dios es la fraternidad humana y allí está María, volviendo a dar a luz, pero ahora entregándose Ella totalmente, poniéndose en nuestras manos para que nazca un mundo nuevo.
Queridas hermanas y queridos hermanos!
Argentina es casa de María y desde siempre está Ella entre nosotros haciendo que el sueño de Dios sea una realidad, que la Patria sea una Casa de hermanos.
Hace casi 400 años que esta pequeña imagen de la Limpia y Pura Concepción quiso quedarse en nuestras tierras y está aquí como Nuestra Señora de Luján. Es mucho tiempo. Tiempo que sin decir palabras, viene acompañando a esta bendita Nación, atrayendo y recibiendo al pueblo peregrino en cada una de sus circunstancias y vicisitudes, en los momentos de alegría y de dolor. Está aquí, enamorando y protegiendo a cada una y a cada uno; escuchando, sosteniendo, sanando, fortaleciendo, animando.
El Santo Padre Francisco expreso en su carta lo que todos sentimos cuando estamos con Ella: “La miraré una vez más y, también una vez más, me dejaré mirar por Ella. Esa mirada de madre que te renueva, te cuida, te da fuerzas”.
En ese cruce de miradas todos sentimos que nos va cambiando la vida.
Es que al pie de la cruz, padeciendo en carne propia el sufrimiento de su Hijo, el Espíritu Santo le fue revelando a María que todo el dolor del mundo es transformado en el Amor. Sí, el Amor es más fuerte que hasta la misma muerte.
Nos toca transitar este tiempo de pandemia y sabemos que lo que viene es muy serio y duro. Nos hará mucho bien recordar permanentemente la fuerza del Amor de Dios y de María. Con su mirada, nuestra Madre de Luján nos transmite lo que Ella recibió de su Hijo, y nos comunica a lo más íntimo del corazón de cada uno y del mismo corazón del pueblo, que es posible volver a nacer de lo Alto; que podemos estar crucificados pero no vencidos; que el sufrimiento vivido en el amor nos une y nos hace solidarios; que la cruz nos deja heridas y marcas, pero que son la identidad de una vida entregada; que el amor paciente nos hace fuertes para luchar las grandes y pequeñas batallas de la vida; que sudar sangre y quedar desfigurados por soportar injusticias, lejos de sacarnos dignidad nos hace limpios de corazón; que el calvario compartido con otros nos humaniza y deja siempre lugar para el perdón. María nos mira y nos da la seguridad de que Dios hace nuevas todas las cosas. Y tanto Amor, nos llena de esperanza.
Hoy, en tu día, Madre del pueblo Argentino, te pedimos que nos enseñes a transitar este momento tan importante y delicado de la historia de la humanidad con profundos deseos de novedad. Que nos enseñes cómo ser una Nación que aprendiendo del pasado y de este presente tan distinto a todo lo vivido, nos apasionemos por un futuro más humano y más justo para todos tus hijos e hijas. Que nos eduques en un nuevo modo de ser, y de hacer un pueblo más libre, soberano y solidario, cómo hacer para que tantos dolores compartidos lejos de resentirnos y amargarnos nos impulsen a un cambio verdadero y profundo.
Como nos dice Francisco en su carta: “Le pediré que nos cuide y -porque soy pecador- le pediré que nos dé la gracia de pedir siempre perdón, de no cansarnos de pedir perdón… porque sabemos que Su Hijo no se cansa de perdonar. Y le haré la promesa de portarme mejor”
Necesitamos nuestra Madre de Luján, que nos enseñes a vivir de otra manera.
A lo largo de estos 400 años, María de Luján viene siendo un testigo privilegiado de momentos constitutivos y felices de la vida de nuestro pueblo: el nacimiento de la Patria, la Independencia, la Constitución, la vida democrática, las tradiciones, las fiestas populares, el crecimiento de la Nación. Pero también de situaciones de rupturas, peleas, de profundos desencuentros y enfrentamientos, de pobreza y de hambre.
María nos conoce y sabe muy bien de aquel que podríamos llamar el primero de todos los desencuentros, el que se da en el corazón de cada uno de nosotros y que tanto nos llena de tristeza y muchas veces nos impide ser personas sencillamente buenas. Pero también aquellos que se dan entre nosotros y que son como nudos que nos van atando a una trama que nos paraliza, nos aplasta y no nos deja caminar hacia adelante. Cuánto nos cuesta ser familia, ser una Patria de hermanos!
Estoy seguro ­y entiendo que es una certeza que compartimos­ que Nuestra Señora de Luján, como toda madre, vive haciendo infinitas cosas visibles e invisibles para sostenernos como familia, no como un grupo, sino como una familia. Porque el problema no son las diferencias, las discusiones, las ideas y los proyectos distintos, el problema más hondo que tenemos y ojalá no se nos convierta en pandemia, es no poder asumirnos como una gran familia, como una misma comunidad de origen y de destino. Es notable cómo una y otra vez boicoteamos nuestra unidad, nuestro sentido de Nación. Es una mala costumbre.
Gracias a Dios, es tan fuerte la presencia de la Virgen de Luján en el corazón de una enorme mayoría de nuestro pueblo, que en Ella, podemos encontrar un motivo de profunda comunión que nos ayude a sentir que estamos juntos en la misma barca. Así nos lo recordaba el Papa Francisco en la bendición Urbi et Orbi del 27 de marzo pasado en una plaza de San Pedro desierta y al mismo tiempo llena: “Nos dimos cuenta de que estábamos todos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos…”
Los curas de Villas y Barrios Populares hace poco, en una carta que es de alguna manera un grito de alerta y de esperanza, nos expresaban algo parecido a lo dicho por Francisco: “Los pobres nos enseñan que los tiempos difíciles son para unir y no para que nos sigamos dividiendo” .

Hermanas, hermanos, en esta circunstancia concreta que estamos atravesando, deseo invitarlos a mirar a la Virgencita de Lujan, nuestra Madre y a dejarnos mirar por Ella.
Pidámosle a Ella la fuerza para la vida de todos los días y la valentía para vivir como una Nación que desea renovar su unidad, de tal modo que con osadía, creatividad y una esperanza cierta, podamos superar juntos este tiempo de pandemia y a afrontar todos los tiempos que se vienen, que sin duda serán difíciles, arduos y desafiantes.
Digamos con nuestro querido Negro Manuel: “Soy de la Virgen nomás”.
Nuestra Señora de Luján, ruega por nosotros.

+ Jorge Eduardo Scheinig
Arzobispo de Mercedes – Luján

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