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Presencialidad: Cada maestro con su librito

Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)

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El manual de gestión de la pandemia no está escrito en ningún idioma. Está claro que el coronavirus desconoce fronteras, clases sociales y ahora, en esta segunda ola, amenaza a otros grupos etarios que en los primeros tiempos de COVID podían sobrellevar la enfermedad sin mayores dificultades. En Argentina ese manual se va escribiendo todos los días y se hacen tantas anotaciones como tachas y correcciones. La versión final no está lista, mucho menos cuando van apareciendo nuevas cepas.

Aquellos días de diferentes gobiernos sentados en una misma mesa, de los aplausos al personal de salud, de extremar los cuidados a pesar de las dificultades económicas y sociales, parecen haber quedado lejos. En esas primeras páginas de ese manual que por estos días tiene más contenido político partidario que otras argumentaciones de carácter sanitario. Los casos se aceleraron en nuestro país, y como ha pasado en el resto del mundo, comienza con toda su virulencia en los mayores conglomerados urbanos y luego se va trasladando hacia el interior. Pasó en el 2020, pasó en la mayoría de las naciones, porque no va a suceder ahora.

El escenario actual muestra jornadas con cifras que asustan y conmueven. A diferencia de aquellos días en los que empezábamos a convivir con el enemigo invisible, esta vez la carrera parece estar más despareja. En esos comienzos había que ganar tiempo para fortalecer el sistema de salud, dotar a los centros asistenciales de recursos materiales y humanos, para dar respuesta a la demanda de las diferentes comunidades. En la mayor parte de los distritos esto ha podido cumplirse. Esencialmente porque se adoptaron medidas y porque hubo un acompañamiento responsable de la población. Pero los nuevos tiempos nos muestran con claridad, haya quien no quiera verlo, que el sistema está al borde del abismo, cercano al colapso que en algunos nosocomios ya se ha instalado sin pedir permiso.

En medio de esta situación apareció como una de esas nuevas cepas, la llamada “presencialidad”. Tras el DNU del Presidente de la Nación surgió la discusión y como si no alcanzara era necesario judicializarla. En la ciudad de Buenos Aires, en San Isidro o en Vicente López. En todos distritos gobernados por la oposición. En otros tantos de esos distritos de la provincia de Buenos Aires, de su conurbano, hay jefes comunales que acatan las medidas sin mayores pataleos. Otra vez las dos veredas. Alberto Fernández cree que deben suspenderse las clases presenciales, al igual que el Gobernador Axel Kicillof y que muchos intendentes como podría ser el de Moreno, Avellaneda o Pilar. El Jefe de Gobierno de CABA, al igual que Gustavo Posse o Jorge Macri, cree que la suspensión de las clases no es la solución. Entonces aparece otra vez esa figura del principio en relación al Manual de la gestión de una pandemia. La autoridad nacional dice una cosa que en algunas jurisdicciones están dispuestos a resistir. Entonces el manual vuelve a tener tachas o pretendidas correcciones y aparece claramente la famosa frase, de aplicación plena al caso, que Cada Maestro tiene su librito.

Y no solo será de aplicación para los gobiernos o las gestiones, sino en estas horas para los distintos sectores del poder judicial que realizan sus interpretaciones al respecto en medio de discusiones jurisdiccionales o de competencia. Para algunos es correcto que los alumnos asistan a clases en sus escuelas, para otros representa un riesgo para la salud de la población, aunque eso suceda en una misma región. Más allá de las razones que puedan asistir a cada uno de los planteos, ¿estamos en condiciones de seguir tomando riesgos ante semejante panorama? ¿No resulta demasiado acuciante el momento que transita la Argentina para estar librando batallas de esta naturaleza?

Porque no pensar que una pausa puede que haya una cama más disponible, que haya un caso menos, que se salve una vida más… o que no lleguemos a lo que sucede en el distrito de General Villegas (Un distrito al noroeste de la provincia de Buenos Aires de 18 mil habitantes), donde el Intendente ha convocado a la conformación de un comité de ética para resolver cosas tales como decidir a quién atender y a quien no. ¿No parecen motivos suficientes o estamos esperando ver esas imágenes que nos ha entregado el mundo entero dentro de nuestros límites geográficos? En rigor de verdad me sobran las preguntas, pero no seré yo quien deba dar las respuestas.

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