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Estación Resiliencia

Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)

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Tomas Jofré es una localidad de Mercedes reconocida como un polo gastronómico por excelencia. Su fama ha cobrado reconocimiento nacional e internacional lo que hace que durante los fines de semana miles de turistas lleguen hasta este lugar a disfrutar de los manjares que ofrece y de reencontrarse con la naturaleza que los grandes centros urbanos han ido cediendo a manos del crecimiento poblacional. Jofré es el campo, son las pastas, es la cordialidad de su gente y el perfil de pueblo que no ha perdido. Pero su origen no se olvida ni se discute, más bien se añora y refleja nostalgia.

Como en tantos otros casos, esta localidad era una estación más de una red ferroviaria argentina, de las más grandes de América y dentro de las 10 más importantes del planeta. Allá por el comienzo del siglo XX el mapa de ramales de nuestro país llegaba a unir centenares de puntos para vigorizar la producción cerealera y de otros productos que nacían en la llanura pampeana. Así se llegó a más de 40 mil kilómetros de vías que con el paso del tiempo fueron quedando en el olvido. Seguramente historiadores pueden ofrecer muchos detalles sobre la época de oro y el ocaso de este servicio que además de mercancías trasladaba pasajeros hasta países limítrofes. Para muchos de nosotros los 90, la época de las privatizaciones en Argentina se convierten en un factor fundamental para que los ferrocarriles comiencen un proceso de deterioro que será difícil de revertir en las próximas décadas. Esta decisión política de cerrar ramales condenó a muchos de esos pueblos rurales al final de su historia. Es decir, las mismas localidades que habían nacido al calor del crecimiento de la red ferroviaria se desmoronaban sin mayores posibilidades de renacer.

Un tren que dejaba de pasar, una campana que dejaba de sonar en una estación, productores y vecinos que debían emigrar, someterse a un éxodo inevitable, porque los ferrocarriles de la Argentina comenzaron un proceso de degradación que en la década menemista recibirían su golpe de nocaut. La reciente recuperación de la estación de Tomas Jofré no es un dato para pasar inadvertido. No significa esto que el robusto sistema de otrora vuelve a tener aquel vigor, pero sin duda que significa un retorno a sus orígenes. Jofré no sería lo que actualmente es sino hubiese existido esa estación. Durante largos años, la cimiente de ese polo gastronómico quedaba a marginada de sus atractivos. Contradictorio resulta que si nació por el ferrocarril, el emblema del pueblo quede sumido al abandono y al inexorable paso del tiempo.Qui enes hemos ido a Jofré podremos hacer el sano ejercicio de hacia donde se dirigía nuestra mirada cuando ingresábamos al pueblo. En la mayoría de las ocasiones hacia los locales de la oferta gastronómica y no hacia la derecha donde se erige ese punto que no es ni más ni menos que el de partida.

Tomas Jofré logró lo que otros no pudieron. Es un ejemplo de resiliencia que ha tenido la capacidad de adaptarse a situaciones extremadamente adversas y poder recrearse con resultados altamente positivos. Su nueva y vieja versión marcó que el camino era otro, el del turismo. En esa línea se rehízo, creció y consiguió vencer el desatino de un desguace como pocos pudieron hacerlo. Y si la mesa está servida que mejor que pensar en que aquella estación o infraestructura ferroviaria existente que resistió ese devenir, pueda ser ahora otro atractivo para seguir fortaleciendo un destino de cercanía a los grandes conglomerados urbanos con renovadas atracciones y con respeto a sus cimientos. Es casi un acto de justicia volver a darle vida a ese lugar que décadas atrás era el faro del resto del pueblo.

Como entonces someter al olvido y darle la espalda a esa fortaleza que las decisiones de algunos gobiernos debilitaron sin piedad. No se trata solo de recuperar una estación entonces. Se trata de haber recuperado parte de la historia, del patrimonio cultural que guarda esa estación como símbolo de tiempos prósperos que no pueden dejar de recordarse para entender adonde uno se encuentra parado. Tomás Jofré guarda en sí mismo un exquisito derrotero que ha vencido al tiempo y no ha sido por otra cosa que por el arraigo resiliente de aquellos que no resignaron sus sueños e ilusiones y se negaron a bajar los brazos fácilmente.

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