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DR. TULIO ORTIZ: “El saldo global, casi al final, es positivo”

En diciembre del año pasado entrevistamos en esta sección al Dr. Tulio Ortiz. A pocos días de su lamentable pérdida, creímos oportuno reproducir algunos conceptos vertidos en aquella nota. “No vivo en la ciudad desde mediados de la década del 70, mi corazón está en muchas partes, pero principalmente en Mercedes” – decía.

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Los años de estudiante
“Tengo la suerte de ser nacido y criado en mercedes, haber hecho la primaria en la gloriosa escuela Normal y el secundario en el no menos glorioso Colegio Nacional. (promoción 60 del nacional y 55 de la primaria)- comenzaba a contarnos con mucho orgullo. Vivíamos enfrente de la escuela Normal con papá y mamá, quién era maestra de ahí, de manera que era como una especie de sucursal de la escuela donde iban chicos, un montón de gente que conozco de esa época. Mi casa hacia cruz con la escuela normal frente a lo de Desanzo que era un taller, el llamado viejo Desanzo, así que esos son mis primeros recuerdos, muy vinculados con el director Gentile y su sucesor que fue el director Leonardo Richillo.

La casa paterna donde vivimos hasta el año 49, la alquilábamos a los Sexauer, que eran los dueños de toda esa manzana. Tuvimos la suerte de tener como vecinos a Juana y Victoria Muscagorry, al inolvidable comisionado municipal don Juan Bautista Muscagorry, fueron casi tíos míos. Mi madre trabajaba como docente, mi padre en tribunales y yo me la pasaba al lado. La sucesión de don Martín Sexauer pasó a sus hijos, sus herederos, y ellos subdividieron y la casa si aún no la demolieron en la esquina de 36 y 29 haciendo cruz con la escuela normal esa casa era de ellos.

En el mismo año que yo empecé la primaria, allá en el 49, mi mamá falleció siendo maestra. Los primeros años tuvimos a la maestra tan querida Albertina Cerisola, le decíamos Albertina, aunque en esa época se las trataba de usted a las maestras y no era la seño ni nada por el estilo. Le decíamos la bicha Cerisola, hermana del famoso Dr. Alberto Cerisola, que es una gloria de Mercedes, poco recordado desgraciadamente. Albertina no solo había sido compañera docente sino amiguísima de mi madre y de toda mi familia de manera que de hecho era la segunda madre. De hecho y de derecho diríamos nosotros los abogados.

Entramos al Nacional en el 56 pero empezamos medio tarde por el famoso asunto de la poliomielitis; empezó el 14 de mayo del 56, a raíz de la epidemia andábamos con la bolsita de alcanfor en el pescuezo.

Tengo una gran recuerdo y evocación de aquellos años del Nacional que van del 56 al 60. El Nacional era un instituto de primer nivel provincial y aún nacional con célebres profesores que supo tener. A nadie se le iba a ocurrir tutear al profesor porque no pasaba por la cabeza; tenían su sobrenombre algunos, esto era inevitable, para referirse a ellos había que hablar con sobrenombre, pero a mí no me gustan los sobrenombres de terceros, porque eso significa que uno se olvida el nombre, eso es automático. Pero existía el respeto y la consideración lo cual no quita que como todos los chicos de la secundaria, ahora se le dicen chicos, en esa época se le decían muchachos, eran traviesos, picarones, y un poco hacían lío, para no usar una palabra más dura. El ser humano es muy poco probable que cambie en tan pocas décadas, humanamente estoy hablando. Hay modas, hay costumbres, hay estilos, el respeto al profesor, el respeto al celador, por ejemplo Julio Carcagno, su mera presencia imponía respeto, un recuerdo para él con un sentido del humor tan brillante y tan sutil que nos enseñaba a pensar haciendo chistes, porque nos obligaba a ver dónde estaba el chiste.

El Dr. Edmundo Rúa iba con su sombrero y se lo sacaba y en algún momento el Dr. Albor Úngaro, que lo tuvimos en tercero, año 58, incluso en esa foto que nos sacamos en el patio está con el sombrero en la mano, era un estilo extraordinario. Efectivamente la parte sociológica del asunto era una cuestión de remuneración decente vamos a llamarlo así pero también de gran prestigio ser profesor del nacional.

Yo recuerdo cuando empecé como abogado aprendiz en el estudio del Dr. Amer Iriart, a mediados de los 60, tenía suplencias por la esposa de Iriart, que era la queridísima Mary Longarini, que me llamaba para una suplencia, era plata que uno usaba bien, pero no pude pasar de solo hacer suplencias por el estatuto del docente que se dictó en el 58, fue una gran conquista del gremio docente al cual siempre nosotros hemos apoyado afectivamente porque lo merecían”.

La familia
“Tengo a mi señora que es la de siempre de la década del 70 y ahora pronto va a ser medio siglo que nos casamos, parece mentira. Y tengo un hijo que es el otro Tulio, el Tulio tercero, y dos nietitas muy lindas. Mi padre ligó Tulio del padre de él, que no era Tulio sino J. Florencio y según una carta que encontré de mi abuelo, decía que cuando estudiaba abogacía iba en el tranvía a caballo, que duraba como dos horas de donde él vivía, barrio del Once, a la facultad en Moreno al 300, leyendo “Quo Vadis”, que estaba de moda, que era de romanos como diríamos hoy en día, y ahí le atrapó el nombre Tulio y se le ocurrió ponérselo a mi papá que era medio padre abuelo vamos a aclarar. Mi hijo no se animó a ponerle Tulio a ninguna de sus hijas por suerte, una se llama Camila y la otra Delfina”- cuenta.

La profesión de abogado
“Mi padre era hijo del Dr. Florencio Ortiz efectivamente, era escribano y luego de varios años contrajo enlace con una señora muy digna llamada Lina Jost, viuda de Loza y luego rehicieron su vida allá.

Yo sentí que ser abogado era natural en mi familia, lo sentí así- recordaba. Mi abuelo al que conocí poco, pues murió en el año 49, pero los prestigios sociales intrafamiliares y fuera de la familia no desaparecen en el acto, es como un factor residual que se va perdiendo a través del tiempo. Y yo recibí todo el influjo ese a través de mi niñez y parte de mi adolescencia o sea que para mí era muy normal eso de ser abogado.

En Bs. As vivíamos, con muchos amigos de Mercedes que puedo nombrar ahora en este momento, en el barrio de clínicas, que era la zona de las pensiones baratas, había una que le decían Villa Mercedes, pero no por los puntanos, sino por la cantidad de mercedinos que había. La pensión tradicional estaba sobre la avenida Santa Fe actualmente hay un edificio; la anécdota es que a las pensiones en el barrio norte por una ordenanza municipal de la época no le podían poner pensión, le tenían que poner hotel de nombre, era el mismo perro con otro collar. Como era el barrio norte en ese momento, se venía un poco abajo si le ponían pensión. Entonces en el hotel Santa Fe que era la pensión, había un montón de amigos desde Daniel Iribarren hijo hasta Daniel Rolfo, José Luis Zammito, Luis Alippi, Huguito Ellif.

Tuve la suerte que mi padre me financiara los estudios, yo eso lo valoro mucho, lo reconozco, pero también tiene un lado negativo que yo lo recomiendo y cuando mi hijo tuvo que hacer lo mismo, le dije conseguite un trabajito, te va a poner con los pies sobre la tierra y de paso un trabajo afín con lo que vos estás estudiando; tuvo la suerte que le conseguimos un lugar en la facultad de derecho. Yo me mataba estudiando perdonen la referencia y me recibí bastante bien. Se lo reconozco a mi padre y creo que le retribuí adecuadamente”.

La Mercedes que conoció
“Nuestro punto de reunión era la confitería La Perla, que era el sitio de referencia donde nos atendía Miguel Gamundi, el famoso mozo Miguel, que nos traía un café para 8 y siempre con una sonrisa; el dinero nos alcanzaba para un pocillo para 8 personas. Era la llamada barra de La Perla, a finales de los 50. Una Mercedes muy diferente, con la vuelta al perro, que yo conocí y aclaro que los varones giraban en el sentido de las agujas del reloj y las niñas en el sentido inverso, esto no me lo pueden desmentir. O sea que estaba preparado para que se vieran dos veces en cada pasada.

Mis tíos de chico me llevaban al parque, ahí estaban los famosos juegos, había una calesita que giraba a una velocidad colosal, había que agarrarse, y sino ya en la secundaria teníamos una barra que íbamos a pescar mojarritas con el pretexto de ir en la bicicleta al parque y tirar la caña con una lombriz que alguien había conseguido y volver triunfante con una mojarrita. Uno ha tenido como todo ser humano sus alegrías, sus tristezas, pero el saldo global no digo al final, pero casi al final final, es positivo” señalaba en su última entrevista a un medio local.

Mercedes en el recuerdo
“Mercedes en el recuerdo, el grupo de Facebook, nació un poco por azar y un poco por inspiración. El amigo Rodolfo Capaccio había escrito un libro que se llama “27 y 32”, un libro extraordinario que recomiendo leerlo y que tiene la versión digital. Tuve la suerte que Tito San Martín se tomara la molestia de alcanzarme el libro a la Facultad de Derecho, un trabajo bárbaro porque es un libro de 400 páginas, que si bien es digital hay una versión casera, puramente artesanal, con la cual me honró con uno de los ejemplares, su autor Rolo Capaccio. Y dije: a esto hay que darle difusión, entonces se me ocurrió ponerle Mercedes en el recuerdo, me acordé del libro de Raúl Ortelli y empecé a invitar a 20 o 22 personas que yo conocía de Mercedes, algunos amigos así de compromiso, y ahí salió el grupo que fue el 31 de diciembre de 2017.

Con cierta modestia digo que manejé internet y las redes desde la primera época e incluso, perdonen la auto referencia, fui el que implantó internet en la Facultad de Derecho en el año 96 con el apoyo de las autoridades, porque no fue cosa mía, las convencimos, y remarco el año 96 porque es el mismo año que Clarín y La Nación se vinculan con internet y nacen las páginas digitales de esos matutinos para tener un punto de referencia. En ese mismo año la facultad de derecho de la UBA entró en las redes de internet.

El grupo de Facebook ha crecido muy bien; tiene gente de Suecia, Canadá, Brasil, y de muchas localidades de Argentina y de los 22 que éramos al principio, hoy somos como 6000- recordaba con orgullo. Hemos tenido la suerte de contactar mucha gente y voy a dar un ejemplo de lo que pasó con la familia del ex director Richillo. Norma Richillo nos mandó fotografías que recuerdan el paso de su padre por la escuela Normal del profesor Leonardo Richillo de 1949/1955, hombre honesto y eficiente que tuvo la escuela. Y así todos los días van a aparecer recuerdos porque la suposición mía, cuando creamos el grupo, fue que en los cajones, placares, roperos, de Mercedes, debía haber cientos o miles de fotos que merecían ser publicadas y difundidas lo que pasa que la gente no se anima muchas veces, primero por razones técnicas, porque hay que escanear o sacar unas fotos muy buenas, como hacía el inolvidable amigo Alfredo Bani; y segundo romper ese bloqueo al decir “la foto de mi abuelo a quién le va a interesar o por ahí se matan de risa” y eso por suerte no ocurrió; hemos logrado un ambiente afable, respetuoso, y ese es el principal logro que haya corazones unidos y entusiasmo por seguir- decía.

Los proyectos
Lamentablemente su fallecimiento, ocurrido el pasado 16 de octubre, a los 79 años de edad, dejó algunos proyectos por realizar, que el propio Tulio había señalado como probables para este año: “Yo creo que con un poco de suerte y viento a favor podemos tratar de hacer algo para Mercedes. Contábamos también con Alfredo Bani, pero Dios dispuso otra cosa, pero hay gente que está muy firme con esto, pero vamos a hacerlo. La primera intención siempre es hacer un libro digital que es el primer paso y por otra parte más costoso desde el punto de vista intelectual, lo demás no es problema sino de tener unos pesos. Estoy activo a pesar que estoy jubilado pero como profesor emérito puedo prestar colaboración cuando me convocan y estamos preparando un libro porque el año que viene (2021) celebramos el 200 aniversario de la fundación de la UBA que es el 12 de agosto, día de la reconquista y ese día se inauguró la universidad y la facultad de derecho que estaba dentro de la misma. Vamos a sacar una publicación a nivel de la Universidad de Buenos Aires pero es otro tipo de actividad que yo me ocupo.

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