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Las acciones del verbo Asumir

Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)

Publicado

En cuestión de horas se producirá el recambio en el Concejo Deliberante y el Consejo Escolar. Asumirán aquellos que por imperio del voto popular han sido designados para cumplir con esta carga pública por el término de cuatro años.

Es cierto que son tiempos donde la dirigencia política atraviesa una importante crisis producto de la escasez de soluciones que ha dado a sus representados, pero asumir un cargo legitimado por los ciudadanos implica una responsabilidad muy grande. No precisamente por torcer ese rumbo porque no lo hará una sola persona sino el conjunto, pero no debe entenderse la función pública como un pasatiempo o un ensayo para probar si a uno puede gustarle o no.

En los últimos días hemos escuchado o leído respecto de licencias o renuncias, en algunos casos y no es la primera vez, porque no alcanza el tiempo o porque se suman algunas desilusiones que parten de no cubrir las expectativas. Tal vez en este punto podríamos entrar en dos líneas de interpretación. La primera individual y la segunda colectiva.

La individual tiene que ver con las personas. Cuando alguien decide participar de un espacio político e integrar una lista, sabe que puede ser elegido como representante de la ciudadanía y eso requerirá de su tiempo, esfuerzo y empeño. Independientemente de la actividad que tenga. Todos en la vida debemos programar nuestros tiempos, máxime cuando se consiga que los vecinos depositen su confianza en alguien para que los represente y defienda sus intereses. De allí que poco puede valer la excusa o la fundamentación relacionada con que los tiempos no alcanzan o me canso de hacer dos cosas a la vez. Pero es una cuestión que deben analizar quienes deciden ser candidatos desde el mismo momento en que lo hacen.

La otra cuestión, la colectiva, pasa por la decisión de los espacios. En muchas ocasiones, pues ya se han sumado varios ejemplos a lo largo de las últimas décadas, los partidos, frentes o alianzas, piensan más en buenos candidatos que en buenos representantes. Es decir, eligen para poner en las listas a personas que le caen bien al electorado antes que pensar si pueden ser dirigentes probos en la función. Claro que en términos de resultados electorales cotiza mejor el buen candidato que la proyección del buen dirigente, pero a la larga termina resultando un error de cálculos para llamarlo del modo más decoroso posible. Insisto con este punto, hay infinidad de casos, no solo uno. Desde el gioscismo a esta parte.

Hay quienes intentarán también en este aspecto poner la discusión en dos bibliotecas, pues ya lo hemos escuchado. Están los que dicen que la política expulsa a los buenos vecinos, a quienes tienen buenas intenciones. Si aceptamos entonces esa afirmación estaríamos siendo irrespetuosos del resto, de los que eligieron brindar su tiempo y empeño para seguir en sus cargos. Incluso estaríamos aceptando como que los que están no serían tan buenos.

Pero la otra parte de la biblioteca marca que ser dirigente político no debe ser una opción pasatista, sino una decisión contundente, determinada y decidida. Pues aceptar cumplir ese rol conlleva asumir lo que sigue y en tal caso nadie puede darse por desentendido de lo que significa representar a los ciudadanos.

Podríamos seguir discurriendo en estas cuestiones, aunque me parece atinado considerar que la incorporación de nuevos nombres que no están preparados, no cumplen con el objetivo de oxigenar a la política sino que generan más desencantos. Sirva tal vez esta reflexión como mensaje para quienes en pocas horas tendrán el honor de convertirse en representantes del pueblo de Mercedes.

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