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Los jazmines de Gladys

Estas lineas fueron pensadas y escritas por Omar Fernandez con motivo del fallecimiento de su madre Gladys en una inspiraciòn que emociona al leerlas.-

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“ La candente mañana de febrero en que murió Beatriz Viterbo, luego de una imperiosa agonía que no supo rebajarse ni un instante por sentimiento o por miedo, observé que el cartel de fierro de Plaza Constitución había cambiado la publicidad de no sé que marca de cigarrillos rubios, y me dolió, porque comprendí que el vasto e incesante universo empezaba a alejarse de ella, y ese cambio era el primero de una serie infinita”.

La mañana recién comenzaba cuando me llamó Mariana para decirme, destempladamente, que algo estaba mal. Cuando llegué a la casa, solo para ver lo previsible, me cruzó el alma la genial construcción de Borges. Claro que no vi ningún cartel de publicidad ni pasé por Constitución, pero si me detuve en su planta de jazmín para observar que apenas lucia sus últimas cuatro o cinco flores luego de haber estado tapizado en pimpollos, y la imagen me conmovió por completo.

A Gladys, mi mamá, mi vieja (así la llame desde los insolentes jóvenes años de mi vida, y de ella también, porque estimo ahora no llegaba a los 35!), le gustaba mucho leer. No leía a Borges que yo sepa. No le interesaba ni le preocupaba entender de infinitos, eternidades, caminos bifurcados ni memorias prodigiosas. Mucho menos de peleas de orilleros de otras épocas. Tenía, eso sí, afinidad cromática con el particular personaje. Amarillos y ocres deambulaban por toda la casa!.

A Gladys, le preocupaba el día a día de la vida. Y le gustaba leer sobre esas cuestiones.

Lo suyo fue el trajín cotidiano, su casa y su familia, amores y dolores de los seres queridos, de los conocidos, el trabajo y el jardín. Eso sí, amaba su jardín y sobre todo amaba su planta de Jazmín.

La planta de jazmín nació y creció en la casa de la calle 36, luego de muchos intentos y casi igual cantidad de fracasos. Perfumaba las mañanas de verano como ninguna otra flor y Gladys disfrutaba y compartía los jazmines que cortaba con delicadeza.

Y si la planta le dio jazmines, también tuvo los jazmines que le dio la vida.

En perfecto orden y acostumbrada secuencia para la época, fueron llegando los jazmines de la vida.

Era entonces la madre más feliz del mundo, como tantas otras madres.

Pero un buen día algo raro pasó, el orden se perdió, reinó el caos, y la sucesión planeada de acontecimientos, por obra y gracia de vaya uno a saber quién, o que, casualidad, asar, dios (Borges tenia clara posición sobre el tema también), el asunto se transformó en una sucesión de hechos inesperados.

Entonces algunos jazmines se secaron prematuramente, siendo ya flores nuevas o apenas pimpollos.

Y eso fue muy duro.

Pero Gladys le puso el pecho a las balas, no se dejó estar, y la peleo aun en clara inferioridad de condiciones.

Sufrió.
Amó.

Y partió.

Pero no sé si logró alguna vez andar sin pensamiento.

Lo que si logró seguramente fue soportarlo, disfrazarlo, disimularlo, esconderlo y otros artilugios para no contagiar tristeza, para no cansar , para, también, tratar de sobrellevarlo un poquito más liviano ella misma.

Nunca se quejó de su suerte. Se la bancó siempre.

Hablábamos poco y nada del tema.

Para qué?, acaso pueden expresar las palabras mejor que el mismo sentimiento?

Ella y yo nos entendíamos, nos hablábamos sin hablar…

Y partió, si, como dice Homero, cuando sola en la casa de la 36 era demasiado. Le dolió partir, pero quedarse era insoportable. Y partió, pero no tan sola. Su planta de jazmín, ya grande, la acompañó a la casa de la Av 17.

Y juntas iniciaron una nueva vida, por decirlo de alguna manera. Pero la vida le reservaba más sorpresas, y de pronto apareció un personaje nuevo. El corazón.

Ese corazón al que siempre le había tenido desconfianza, por historias familiares.

Y salió el musculoso a mostrar su no tan musculosa figura y menos aún confiables accesorios.

Pero Gladys, tenía guardado un recurso.

Un amigo, por definición, de muchos años y de larga y repetida vocación familiar, conocedor de la mecánica de los fluidos, pero también de la figurada función emocional de la bomba, se juntaron y los tres fueron una sola cosa ( le estaré eternamente agradecido).

Entonces el asunto funcionó bastante bien por muchos años. Muchos más de los que seguramente hubiera esperado.
Pero como cantaba Vox Dei en aquella época de joven insolente, todo concluye al fin…

Y llego entonces la noche del 13 de diciembre.
Y yo estoy seguro, o casi (porque como dice la licenciada solamente los locos tienen certezas) lo que paso aquella tranquila noche.

Gladys los reunió a todos, corazón, jazmín y a los dos jazmines precoces.
Y les dijo, seguramente, que estaba cansada, en paz y suficientemente feliz, pero cansada.
Di todo lo que tenía para dar, debe haber agregado.
Quise dejar constancia de mis días, como decía Ilda, y creo haberla dejado. Ya está.

Pero digan uds …

El corazón dijo estar satisfecho, se sintió cumplido.

El jazmín recordó haber estado siempre a su lado, y dejo resolver, dispuesto a seguirla.
Los jazmines que flotaban en el aire le hicieron un guiño, cómplice, y Gladys, muy atenta, entendió perfectamente.

Muy bien chicos, gracias!.

Y tranquila ella y muy tranquilos todos, siguieron charlando de cualquier cosa.

Y así, lentamente, como un barco que suelta amarras y se mueve casi imperceptiblemente hacia el horizonte, el vasto e incesante universo empezó a alejarse del grupo.

Cuando llegué yo la distancia ya se notaba, la planta de Jazmín era otra…

Chau viejita querida!, te vamos a recordar siempre!

O al menos hasta que el eternamente vasto e incesante universo empiece a alejarse de nosotros también.
Después, vaya uno a saber… quien puede tener certeza?

Omar Fernandez

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