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A polarizar, que se acaba el mundo: terceros afuera.-

A menos de un mes de las PASO, Alberto Fernández profundizará su estrategia de castigar los numerosos puntos débiles en materia económica del Gobierno, mientras Mauricio Macri se empeñará en fustigar, con tono virulento e irónico inusual en él, la «corrupción» kirchnerista en la obra pública

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Por José Calero.

A menos de un mes de las PASO, Alberto Fernández profundizará su estrategia de castigar los numerosos puntos débiles en materia económica del Gobierno, mientras Mauricio Macri se empeñará en fustigar, con tono virulento e irónico inusual en él, la «corrupción» kirchnerista en la obra pública, y convencer de que en la Argentina «no hay marcha atrás con el cambio».
Ambos aspiran a instalar la idea de que en estas elecciones se disputan dos modelos de país, y que los terceros (llamensé Roberto Lavagna o José Luis Espert) son de palo.
Pero sus objetivos parecen distintos: Fernández aspira a ganar en primera vuelta, y para eso necesita llegar al 45% de los votos. Macri piensa en vencer en un balotaje en noviembre, donde los seguidores de Lavagna y Espert sumen para su lado.
Espert, cuya candidatura el gobierno buscó bajar con distintos métodos, estaría midiendo entre 6 y 7 por ciento a nivel país, según la consultora Giacobbe y Asociados. Son votos que el oficialismo necesita para lograr la continuidad en diciembre.
A Macri le vinieron como anillo al dedo las actitudes de sindicalistas alineados con Cristina Kirchner que están provocando fuertes trastornos en las clases medias.
Dramático, Pablo Biró, el jefe de los pilotos, le advirtió a Macri que si pretende «entregar los cielos argentinos nos va a tener que matar», y Sergio Palazzo, el bancario que logró colar candidatos en las listas del Frente de Todos, salió a pegarle duro a uno de los empresarios más exitosos de la Argentina admirado por Macri, Marcos Galperin, el fundador de Mercado Libre, uno de los «unicornios» de la Argentina.
En el Gobierno están convencidos de que las frases duras de ambos gremialistas -Biró pidió «voltear al Gobierno» y Palazzo dijo «ahora vamos por Galperin»- le hacen un flaco favor a los Fernández: los sindicalistas son uno de los sectores más cuestionados por la opinión pública.
En un país con gremialistas ricos y trabajadores pobres, el Gobierno pretende explotar lo que considera pasos en falso de los sindicalistas alineados con Cristina y en la mira de la Justicia por supuestos hechos de corrupción, como los Moyano, quienes acusan a Macri de pretender «destruir a los gremios para que no defiendan a los trabajadores».
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Los puntos débiles de Alberto.
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El precandidato presidencial del Frente de Todos sorprendió primero al reconciliarse con Cristina tras haber criticado con dureza distintas políticas aplicadas sobre todo en el segundo mandato (2011-2015), cuando él ya había sido eyectado del Gabinete.
Y luego al admitir las críticas pero considerar que se debe dar vuelta la página y recurrir a todos los recursos posibles – incluso Sergio Massa, a quien el kirchnerismo duro calificaba de «traidor» hasta hace unas semanas-, para poder vencer a Macri y su «modelo neoliberal».
Para Alberto, Cristina es indispensable para ganar, pero también puede representar un problema si la Justicia decide avanzar a fondo.
La ex presidenta tiene trece procesamientos y esquiva, fueros mediante, siete pedidos de prisión preventiva.
Lo irónico es que si no fuera por Miguel Pichetto, quien evitó quitarle los fueros en el Senado, la ex presidenta estaría en las mismas condiciones que Julio De Vido y compañía, es decir, presa.
Tal vez por eso Fernández, a quien Cristina le garantizó que podrá armar un Gabinete a su antojo a cambio de ceder espacios en las listas a la dirigencia de La Cámpora, con Máximo Kirchner a la cabeza, apela a «Néstor» en sus spots de campaña.
Asegura que él ayudó a Kirchner a levantar al país tras la debacle del 2001.
Maldijo por lo bajo, y se peleó con una periodista, por haber sido citado a declarar en la causa por el Memorándum de la AMIA, a un mes de las PASO.
Alberto fue un duro crítico de ese acuerdo, e incluso escribió sobre su ahora compañera de fórmula: «Cristina sabe que ha mentido y que el memorando firmado con Irán sólo buscó encubrir a los acusados. Nada hay que probar».
Demasiado rotundo como para enojarse ahora por tener que responder preguntas sobre semejantes declaraciones.
El Frente de Todos puntea en casi todas las encuestas, pero por ahora no le alcanzaría para asegurarse un triunfo en primera vuelta.
Macri corre desde atrás, y por eso tal vez su estilo de campaña haya mutado hacia una retórica más dura combinada con ironías, como cuando este sábado la toreó a Cristina recordando el término «virginal», en un acto con María Eugenia Vidal, de quien dijo que ni se imagina gobernando sin ella. .
Hay consenso en que la forma elegida por la ex presidenta para atacar a la gobernadora no fue la más feliz: «Algunas mujeres de 45 años parecen hadas virginales, mientras a mí me inventaron amantes», se quejó, en uno de los tantos actos en los que presenta su libro «Sinceramente».
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Obra pública, eje de la campaña oficial.
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El Gobierno viene destacando una tras otra las obras realizadas a partir del 2016, cuando recién se logró separar la paja del trigo entre la larga lista de empresas que tejieron manejos turbios durante el kirchnerismo y pagaron coimas que le costaron la cárcel a De Vido y otros funcionarios.
El presidente golpea el asfalto y afirma: «Esto es una realidad», en uno de los principales spots de campaña del oficialismo.
Macri asegura que su gobierno está «haciendo algo que nunca se había hecho porque decidimos hace tres años y medio dejar de quejarnos, dejar de buscar responsables en otra parte del planeta Tierra y asumir que somos los que estamos acá los únicos responsables de nuestro futuro».
Pero la economía sigue estancada y las fábricas continúan dejando a gente en la calle de a cientos, como se comprobó esta misma semana con la crisis en dos alimenticias emblemáticas: Tía Maruca y Mielcita.
Muchas de esas fábricas son pymes que están cerrando en la provincia de Buenos Aires, sobre todo en partidos populosos como La Matanza, lo cual golpeará duro sobre las expectativas de una reelección por parte de Vidal.
En esa provincia se disputará la madre de todas las batallas entre la gobernadora y Axel Kicillof, el cuadro político más importante del kirchnerismo, según Cristina.
En el principal distrito del país el oficialismo tiene un serio problema: no hay balotaje, se gana por un voto.
Es decir, la estrategia en tierra bonaerense debe ser inversa a la que se intenta imponer a nivel nacional: hay que poner toda la carne al asador en octubre, porque no habrá una segunda oportunidad en noviembre.
«Los intendentes son inteligentes, no puedo imaginar que piensen que ni el 10% de lo que han hecho lo podrían haber hecho sin esta gobernadora y este Presidente», les recordó Macri.
El presidente apunta a los intendentes que rehúsan ser sometidos por Cristina a través de Kicillof.
Ya vivieron esa situación en el pasado con manejos que nunca terminaron de quedar claros en cuanto a los fondos de las obras públicas y presupuestos que estarían sobrevaluados.
Federico Salvai, alter ego de Vidal, sostiene que se debe profundizar la polarización para tener chances de ganar en la provincia.
«Es decisivo aumentar la participación en esta elección. El desafío es salir a buscar gente que nunca votó a Cambiemos, porque con el 41% del 2017 es posible que no ganemos este año», advirtió.
Ahí radica uno de los principales problemas del Gobierno.

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