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Eduardo Montoya: “La magia del universo comenzó en un restaurante”

Eduardo es un apasionado de la gastronomía y los viajes. De cada trabajo rescató lo mejor para superarse. Realizó la carrera de cheff. Hoy vive en Islandia con su mujer Inga, tienen una hija Luna María.

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Recuerdos de Mercedes
“Yo soy oriundo del barrio Hipólito Yrigoyen, en calle 12 y 55, muy cerca de la Escuela Nº 30 – nos cuenta Eduardo, allí viví hasta los 29 años con mis padres. El colegio primario lo hice en la Escuela Nº7 Domingo Faustino Sarmiento en la 29 y 14, y el secundario en el Instituto Parroquial Padre Ansaldo. Soy promoción 2000. Tengo amigos que conservo, la verdad que tuve una primaria muy feliz, en la Escuela Nº7, recuerdo a muchos compañeros, no los quiero nombrar porque seguramente me voy a olvidar de alguno. Recuerdo a la directora Elsa Capurro de Bani, la recuerdo con mucho cariño.

Y luego la secundaria en el Padre Ansaldo, cursé en el bachiller con capacitación laboral en computación Juan Pablo Segundo, así se llamaba la división en ese entonces. Hace poco tomé contacto con la ex vice rectora, Marilú Munarriz, a la que le mando un saludo muy grande. Mi hermano se la encontró en un comercio hace unas semanas, ella le preguntó por mí, así que nos pusimos en contacto a través de WhatsApp. Fue muy lindo y gratificante, hablar con una persona tan cálida, tan dulce, tan amena como es Marilú. Me puso muy contento comunicarnos.

En Mercedes siguen mis padres-dice, Hipólita Díaz, y mi papá Eduardo Montoya, mi abuela Dionisia (fallecida el pasado 13 de agosto) y mi hermano Marcos, ellos viven en la casa familiar, en calle 12 y 55.

El gusto por la cocina
“Siempre me interesó la cocina, siempre me gustó la gastronomía. Mis primeros trabajos fueron gastronómicos. Después del secundario me anoté en la carrera de Comercio Internacional, cursé 3 años, y luego no estaba seguro si continuar, no sabía si me iba a dar satisfacción en mi futuro, entonces decidí dejarla. Me puse a trabajar y uno de mis trabajos fue en los Bajos de Torroba. Trabajé en la mañana con Luis Respuela y Pablito Giachino, por dos años. Hacía la bacha, ayudaba en la barra, llevaba el café a Tribunales, la Cámara Penal y todos los juzgados. Siempre me gustó el ambiente de bar y restaurant. Después de ese trabajo ya me pasé al restaurant de Carlos Vigolongo, estaba en calle 14 entre 5 y 7, allí trabajé un año y decidí que quería continuar con mi experiencia gastronómica y me fui a Buenos Aires.

Allí me anoté en un curso para Tripulante de Cabina, tenía la idea en ese entonces de que me podría llegar a gustar trabajar para una aerolínea, dando comida, atendiendo pasajeros, siempre relacionado con el servicio, atención al cliente. Hice el curso en 2007 y buscando trabajo en Buenos Aires conseguí trabajo en el Hotel Hilton, como camarero de banquete y eventos que se desarrollaban ahí. Esa fue una experiencia muy linda, ahí descubrí un mundo, fue como la primera división gastronómica, el Hotel Hilton de Puerto Madero, ya un nivel más alto de los lugares que había trabajado, la verdad que me gustó mucho, empecé a trabajar con extranjeros, empecé a hablar el idioma inglés. Trabajé un año y medio en el Hilton, luego me sale una posibilidad de trabajar en Mercedes como telemarketer para una empresa norteamericana, con Mariano Bandoni, Daniela Ramponi y Luciana Courtade. En el barrio Lowe teníamos una oficina donde hacíamos soporte al cliente y atención al cliente para Latinoamérica. Ahí estuve 3 años, estuve un tiempo más en Mercedes, cerca de mis afectos.

Mientras tanto, seguía cocinando para la familia y algunos amigos, hasta que decidí que quería ser cocinero. Ya de camarero tenía experiencia y quería dar un paso más dentro del rubro gastronómico. Y me dije: “quiero estudiar cocina para mejorar mis conocimientos y técnica”.

Mirando mucho Gourmet, Francis Mallmann, creo que fue mi gran inspiración, verlo cocinar con fuego en esos lugares paradisíacos o la Patagonia, y dije quiero eso, quiero cocinar, quiero estar afuera. Me llamaba mucho el ambiente de la gastronomía.

Me gusta mucho servir comida, recibirlos, ubicarlos en un restaurante, ofrecer un buen servicio, es lo que hago, con mucho amor y mucho cariño, lo disfruto mucho. Luego empecé a trabajar en Vinilo Bar, con la familia Fauri. En el año 2011 y 2012 mientras trabajaba ahí, me dediqué a hacer la carrera de Chef. Viajaba todos los sábados y cursaba de 8 de la mañana a 2 de la tarde. Hice eso por dos años, y cuando termino la carrera en diciembre, ya tenía ganas de moverme otra vez. Se me ocurrió ir a trabajar a Mendoza por toda la oferta gastronómica que hay allí, y al final gracias a unos amigos me salió en el norte argentino una posibilidad en Cafayate, Salta, para ir a trabajar por 3 meses, justo era verano, comenzaba el año 2013. Quería salir de Mercedes y estaba decidido a comenzar una nueva aventura. Allí llego a Cafayate, al hostel de un mercedino, Juan María Doratti. Esa era la primera vez que me iba de mi casa por tanto tiempo, fuera de la ciudad y fuera de la provincia, no conocía el norte argentino. Llego a Salta y me encuentro con otra cara de Argentina. Me gustó mucho, trabajé tres meses en el hostel de Juan haciendo Check-in, a la noche hacía tragos y servía picadas, pizzas y de vez en cuando hacía algún asado… Fue un nuevo capítulo en mi vida, me abrió los ojos, fue maravilloso esa época y ese lugar”-recuerda.

Viajar para aprender
“Luego de trabajar 3 meses con turistas, extranjeros, backpackers, ahí empecé a usar mi inglés, me sentí muy cómodo y no quería volver a Mercedes. Me dije: a seguir viajando. Terminé mi trabajo, y charlé con Juan, que me habló como si fuera un padre. Me empapé de su energía y de la de los viajeros y turistas, y dije: ahora me toca a mí cargar mi mochila y comenzar un nuevo viaje y un nuevo capítulo. Fue la primera vez que me sentí tan seguro en mi vida. No sabía hacia dónde iba pero estaba seguro de que iba a ir para adelante. Juan me hizo un mapa en lápiz y papel de cómo tenía que viajar para llegar a Cuzco, que había leído algo y quería ir. Sentí que era un buen lugar para comenzar con la experiencia que tenía. Iba con la esperanza de encontrar un lugar para trabajar y seguir viajando.

Pasé por Jujuy, Purmamarca, Humahuaca, crucé la frontera, estuve viajando con otros mochileros, en colectivo, en auto, crucé toda Bolivia. Estábamos en un lugar con otros mochileros y una chica francesa que había estado en Cafayate, y nos encontramos en el medio del camino, y ella me presenta una señora, Fátima, que es como una madre que tengo, en Bolivia, y en su restaurant se empieza a suceder la magia del universo, una sincronicidad increíble, iba conociendo las personas justas en el momento adecuado, que me iban conectando con otras personas, y así llegué a Cuzco, el 26 de abril de 2013, puse mi pie en Cuzco, Perú. Llegué con lo justo, mi mochila y plata para algunos días de estadía nomás. Fui a hablar con unos suizos que iban a abrir un bar, y conseguí lugar donde estar, trabajo y amigos”.

El amor
“Trabajé en un restaurante vegano en mi segunda temporada en el año 2014. Conozco a Inga Dora, quien es hoy mi mujer, ella venía a comer al restaurant. Comenzamos nuestro noviazgo, trabajamos juntos, comenzamos a salir y nos pusimos de novios. Vivimos ahí 7 meses juntos, en Cuzco, hasta que sentía que llegaba otra vez el momento de dar un paso más adelante. No sabíamos a dónde íbamos a ir, estábamos viendo posibilidades, y entonces Inga, que había vivido 10 años en Dinamarca, me dice: ¿por qué no nos vamos para Europa? Me pareció una locura. Yo tenía pensado unos países de Europa, pero Dinamarca no estaba en mi lista. Vivimos en el norte de Islandia.

Inga ha trabajado mucho en Dinamarca en el rubro gastronómico, y también cuidaba a personas con capacidades diferentes, así que hace un poco de todo. Ahora se dedica a cuidar a Luna, y es ama de casa y ayuda. Vivimos en la granja de sus padres, esta es una zona de granjeros. Producimos corderos, ovejas, y bueno, es una granja bastante grande y siempre hay mucho para hacer. Ella le da una mano a los padres también.

El trabajo
“Yo estoy cocinando en la Universidad de Hólar, el pueblo en el que estoy ahora, en el norte de Islandia y todos los mediodías preparo el almuerzo aquí para alumnos y profesores, y luego comemos nosotros en la cocina. La universidad es muy pequeña. Los que vienen ahora entrenan caballo para competición, también hay turismo y biología marina. Yo estoy a cargo de buffet. El menú de hoy fue Plokkfiskur, un plato tradicional islandés, que es como un guiso de pescado, usamos pescado blanco, bacalao en este caso. Se mezcla con una salsa blanca y se le adhiere cebolla en juliana y papas, todo eso se mezcla bien y va al horno gratinado. Ahora estoy haciendo para entre 30 y 40 personas, pero la semana que viene alrededor de 50 porciones por día.

Islandia es un lugar único, está muy al norte, estoy a 200 km del círculo polar ártico, tiene una naturaleza increíble, tiene glaciares, tiene cataratas, los famosos géisers, volcanes activos. He visto géisers y cada 3 o 4 minutos sale un bombazo de agua. Islandia es una isla volcánica, hay mucha lava, mucho fuego. A Islandia lo llaman la isla de fuego y nieve, porque en invierno en el norte nieva mucho, casi 5 meses de nieve, y también hay lava. Son los opuestos.

A pesar de la distancia, han venido amigos de Mercedes: vino Juan Manuel Rizzo, Javier Rodríguez, compañeros de Parroquial, y Santiago Crocci, otro chico que estaba viajando y quiso conocer Islandia. Queda un poco a trasmano pero algunos mercedinos han llegado.

Muy linda la propuesta y el segmento del programa, mercedinos por el mundo. Desde aquí quiero mandar saludos a familiares, amigos de primaria y secundaria y a todos los que he encontrado y conocido en el camino. Como dice la canción: “no hay camino, se hace camino al andar”. Un abrazo para todos, y nos veremos en Mercedes si Dios quiere” –concluye.

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