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El interior y los límites a las reelecciones

Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)

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El pasado viernes por la noche falleció en un accidente automovilístico el Ministro de Transportes de la Nación, Mario Meoni. Un accidente automovilístico cegó la vida de un dirigente que fue despedido por una gran parte del pueblo juninense. En muchos medios nacionales, este doloroso y a la vez cálido adiós, causaba sorpresa.

En la Argentina, como en otros tantos países, los dirigentes políticos no gozan de la mejor empatía con sus representados. Pero como en todo ámbito siempre existen excepciones y se comprenderá entonces que nunca es bueno generalizar. No abundaré en este artículo respecto de quien era el ex Jefe Comunal de ese distrito. Ya se ha dicho mucho al respecto. Pero si me quedaré con la identificación que tenía con su comunidad y con esa reciprocidad que se vio claramente en su partida.

Junín es un distrito que puede considerarse grande, dentro de aquellos que se enumeran en la provincia interior. Ese Buenos Aires tierra adentro tiene características absolutamente diferentes a las que puede mostrar lo que conocemos como conurbano o ahora en estos tiempos de pandemia, como área Metropolitana (que por cierto incluye a la ciudad de Buenos Aires). El primer estado argentino tiene dos realidades. Y la realidad de ese interior bonaerense se traduce en la identidad y en el orgullo que sienten muchos ciudadanos de su terruño. Difícilmente encontremos a alguien que resida en La Matanza o en Tres de Febrero que se golpee el pecho para mostrar su lugar de residencia.

Pero no será difícil encontrarnos con ciudadanos de Junín, 9 de Julio o Bragado, por citar algunos partidos, que cuando se le pregunte de donde son, pongan en primer lugar a su ciudad antes que la provincia. Esa identidad se produce porque en los “pueblos” todos se conocen, todos nos conocemos. Mucho más aquellos que tienen una vida pública, de mayor exposición, como sucede con los dirigentes políticos. Así quedó en evidencia en el sepelio de Mario Meoni. Los testimonios daban cuenta de ello. Los vecinos que tenían la oportunidad de hablar frente a un micrófono decían Mario… Por su nombre, no por su apellido. Sabían quién era, sabían a quién estaban despidiendo. Así pasa en las ciudades del interior.

Estas cosas son las que me llevan a reafirmar mi desacuerdo con el límite a las reelecciones para los Intendentes de la provincia interior. En estos distritos los límites los pone la gente cuando se expresa en las urnas. No reniego ni pongo en duda que las alternancias pueden ser buenas en las democracias, pero cada comunidad se encarga de poner y sacar a quienes no cumplen con el papel asignado. Son escasas las chances que en los pueblos de la provincia se pueda jugar al engaño, de poner como candidatos a personas que se pueden inventar en un laboratorio. Los votantes pueden no saber en una lista sábana a quien han favorecido con su voto para que ocupe una banca en el Senado de la Nación o en la cámara de diputados bonaerenses. Pero tienen muy en claro quiénes son los que aspiran a ocupar el lugar como primer mandatario de su ciudad. Tienen muy en claro quién es, que hizo, de donde viene y así posiblemente pueda saber hacia dónde va.

Seguramente si esas expectativas que tenía su comunidad no fueron alcanzadas no pasarán más de cuatro años para que el tácito contrato no sea renovado. Es cierto que han existido intendentes que extendieron sus mandatos durante varios períodos, pero también es absolutamente real que cuando su electorado consideró que su tiempo había pasado se lo dijo sin titubeos con los sobres dentro de las urnas. La ley existe y como habitualmente decimos, las normas no están para ser discutidas sino para ser cumplidas. Pero no debería una norma, mucho menos en Democracia, generar una especie de proscripción de un buen dirigente y privar a las comunidades de acompañar a aquellos vecinos en los que confía.

Podríamos discutir que hay que votar proyectos y no personas, pero sería otro extenso debate que no es el objeto de estas líneas. Porque también es real que una ley de estas características puede “gambetearse” en términos políticos. Es decir, un Intendente que no tendría permitido ser reelecto no está privado de ser candidato a concejal o diputado. Si es un buen administrador, un hombre que por mérito propio se ha ganado el afecto popular y ha mostrado logros de gestión, ¿Cuál sería el inconveniente de permitirle a una comunidad que se expida sobre si debe continuar o no debe hacerlo? Existen infinidad de ejemplos de jefes comunales que estuvieron más de dos períodos y hasta en la actualidad existen. Sin la ley, cuando los pueblos del interior dijeron basta, fue basta y no hizo falta ninguna limitante legal. La despedida del pueblo de Junín a Mario Meoni fue un ejemplo de esa “empatía” que tanto reclamamos. En el interior se juegan otros juegos, como la escondida… No conozco caso alguno en que no le hayan dicho piedra libre. Por más que te quieras esconder, siempre habrá alguien que te descubra.

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