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Este domingo 22 de mayo, como Iglesia Arquidiocesana de Mercedes Luján, se realizó la tradicional peregrinación a la Basílica de Luján.

La peregrinación fue la oportunidad para encontrarnos, celebrar juntos y compartir en torno a María de Luján.

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La jornada comenzó por la mañana en el Ateneo, con las palabras de bienvenida del padre Obispo Jorge Eduardo y una reflexión sobre la vida del Negro Manuel y la Virgen de Luján, que brindó el P. Sergio Gómez Tey.

Luego del almuerzo fraterno, iniciamos la peregrinación hacia el Santuario de Luján para rezar a los pies de María de Luján, y celebrar juntos la Eucaristía, junto al Padre Obispo Jorge Eduardo, sacerdotes de distintas comunidades y toda nuestra Iglesia Arquidiocesana.

Con mucha alegría y emoción vivimos la peregrinación, caminando juntos como Iglesia Particular, y con los jóvenes que participaron del Encuentro de Prejuveniles.

Al final de la Eucaristía, el Padre Obispo Jorge Eduardo bendijo las imágenes de María de Luján, que las parroquias trajeron en peregrinación hasta la casa de la Madre del pueblo argentino, que misionarán en las distintas comunidades.

El texto que compartimos es una transcripción textual de la homilía de nuestro Padre Obispo Jorge Eduardo:

«Todos los que estamos acá venimos como peregrinos…

A veces creemos que peregrinar es caminar, que, sí lo es. Pero en realidad peregrinamos cuando tomamos la decisión de salir al encuentro de Dios, de la Virgen. Peregrinamos físicamente cuando venimos caminando, pero peregrina nuestra vida, nuestro corazón, cuando queremos encontrarnos con la Virgen, con Dios.

No es que estamos aquí de paso, o por casualidad estamos acá. Queremos visitar a la Virgen, queremos tener un encuentro con Ella y a través de ella con su Hijo y con el Padre. ¡Somos peregrinos! Hemos decidido visitar a la Madre de nuestro Dios.

Y como peregrinos de la vida, venimos cargados con el peso de la vida; son muchas las cosas que nos inquietan y nos dan miedo, cosas personales, cosas familiares, las cosas de la patria, las cosas del mundo.

Los que caminamos, los que peregrinamos, sentimos el peso, el cansancio de la vida y, a veces, es mucho el peso. Por eso es bueno venir a esta casa de visita y decir con toda confianza, con toda sencillez, a Dios, a la Virgen: “la vida me pesa, aliviame; necesito el alivio de Dios”. Sin vergüenza, porque no jugamos a ver quién es más poderoso; somos caminantes, necesitamos del alivio.

Y, además, venimos como Iglesia; como Iglesia toda, pero hoy especialmente como Iglesia de Mercedes- Lujan, comunidad de comunidades.

Este es un signo muy lindo, todas las imágenes de la Virgen, los pastores, las comunidades. La Iglesia es eso, es una comunidad de comunidades, una comunión de muchas comunidades: las parroquiales, las de las capillas, los centros misioneros; las comunidades que son cada familia, cada iglesia de casa.

Venimos caminando las comunidades, en esta comunidad llamada Iglesia.

En esta peregrinación, además, se juntan los prejuveniles que desde ayer están aquí, también peregrinos, en torno a la Madre, cantando, reflexionando, misionando.

Era muy lindo cuando veníamos, – yo venía en medio de la procesión- y escuchaba la guía a través del micrófono de la camioneta y a los chicos atrás que venían cantando a los gritos. ¡Y yo decía, que lindo signo este, que vengan los chicos empujando! Así que gracias, gracias por estar desde ayer aquí, compartiendo la vida. Muchos jóvenes se han reunido, los jóvenes de nuestras comunidades. ¡Muchas gracias! ¡Gracias! (aplausos)

Está lindo que nos empujen y que nosotros nos dejemos empujar, entusiasmar y también cambiar porque hay cosas que tenemos que cambiar. Venimos como peregrinos con toda la carga de la vida y sale a nuestro encuentro Aquel que es la Luz, el Señor que con su palabra nos va serenando y encauzando la vida.

El Señor es el que nos dice: “no se inquieten, no tengan miedo, tengan paz”; no como la da el mundo, que es una paz que puede tranquilizar, pero no llena. Hoy, el Señor nos acaba de decir a nosotros, peregrinos, cargados de las cosas de la vida, “no se inquieten, no tengan miedo, yo les doy la paz. Crean”. “Si ustedes me aman, -dice Jesús-; si ustedes creen, mi Padre y yo vendremos y habitaremos en cada uno de ustedes”.

Esto se dice rápido, pero les pido por favor, un segundo de toma de conciencia. Jesús está diciéndonos que, si nosotros creemos en él y lo amamos, Dios viene a habitar en nuestra vida.

Y, entonces, están estos templos magníficos, lindísimos , de piedra, que no se mueven y nadie duda que en este templo hay una presencia particular de Dios.

Pero, están los templos vivos, que caminan, que andan por la vida, por las calles, por el mundo, por las casas. Están los templos vivos que son ustedes, los creyentes, los que aman a Jesús. Jesús nos invita a no tener miedo, no inquietarnos porque Él quiere habitar en nosotros, porque Dios quiere habitar en nosotros.

¿Me gustaría preguntarles, ustedes creen en Jesús?

¿Ustedes creen en Jesús?

Una pregunta un poco más comprometida, un poco más jugada. ¿Ustedes aman a Jesús?

Si esto es verdad, si de verdad creemos en él, si de verdad lo amamos, el Señor está con nosotros, el Señor habita en nosotros y eso es lo que el Señor nos invita a vivir para no tener miedo.

No es que la fe y el amor a Jesús nos quitan el peso de la vida, no es que salimos de acá y las cosas se solucionan mágicamente. Salimos distintos, salimos con la conciencia de la presencia de Dios y eso nos basta para seguir luchando la vida.

Y lo segundo que nos dice la Palabra, es que ese Dios que está en nosotros, ese Espíritu que nos habita nos va a hacer que recordemos, que hagamos memoria en el corazón. (recordar) lo que nos va enseñando Jesús y las cosas nuevas que nos va enseñando.

Porque el aprendizaje no se termina; somos peregrinos y aprendices del evangelio de Jesús. Ya muchas cosas conocemos y hay que recordarlas, hay que traerlas de vuelta al corazón. Pero, hay que seguir aprendiendo. Es mucho lo que nos falta. Somos alumnos de jardín de infantes en el evangelio de Jesús.

Siempre estamos aprendiendo y entonces, esa presencia que nos hace recordar y nos sigue enseñando nos pone en un camino de Iglesia, de comunidad de comunidades, peregrinas, recordando y aprendiendo cómo se vive el Evangelio, cómo tenemos que transmitir el Evangelio.

Es bellísimo, entonces, en esta celebración escuchar esta Palabra que nos invita a ser Iglesia que camina junta, Iglesia que peregrina junta unida. Caminamos juntos, peregrinamos juntos.

¡Cuánto tenemos que aprender de las peregrinaciones a este santuario!; ¡cuánto tenemos que aprender de lo que es una Iglesia sinodal sólo de las peregrinaciones que hacemos al Santuario!.

Si ustedes, cada comunidad, cómo se fueron preparando, cómo fueron haciendo todo para venir acá, no importa la cantidad – que también, son un aprendizaje las presencias y las ausencias – es un aprendizaje. Cuanto podemos aprender para ser una Iglesia sinodal si nos reconocemos peregrinos a este santuario.

Este gesto que hacemos como Iglesia, lo queremos hacer también para recordar lo que Jesús nos enseña y para seguir aprendiendo lo que significa ser Iglesia, qué significa caminar juntos, y cuánto tenemos que aprender. Todos, yo obispo, los pastores, ustedes: laicas, laicos, religiosas, religiosos.

Hoy es un día importantísimo para nuestra Iglesia. No es el único día. Y cada comunidad celebra sus fiestas patronales, y es importante; y cada comunidad celebra días de bautismo, y es muy importante; y confirmaciones, y catequesis y servicio a los pobres y visita a los enfermos. Cada acontecimiento de gracia es muy importante.

Pero cuando nos juntamos y somos comunidad de comunidades y venimos peregrinando a esta casa, esto va marcando nuestra Iglesia. Nos marca.

Por eso celebro que en este aprendizaje, cuando el Consejo Pastoral estaba organizando, me dijeron que a alguien se le ocurrió – miren cómo funciona el Espíritu –y dijo: ¿por qué no invitamos a que las comunidades traigan su imagen?. En seguida, todos dijeron, sí, que linda idea.

Miren esta imagen lindísima, de las comunidades que están en nuestras parroquias, en nuestros templos, que vienen cargadas de tanta vida. Todos sabemos lo que es rezar frente a la Virgen.

Todos sabemos que alguna vez se nos ha piantado un lagrimón. Porque algo pasa, algo tiene esta Mujer, algo en Ella nos atrae, algo en Ella nos conmueve, algo en Ella nos cambia. Es muy bellos, que hoy, como Iglesia, como comunidad de comunidades peregrinas, estemos recibiendo de Dios la paz, la conciencia de que Dios está y somos templo del Espíritu; y ustedes son templos en donde viven. no lo duden y no me vengan con que “no me confesé padre”.

Ustedes son templos porque lo dice Jesús. Jesús habita en ustedes porque lo aman y creen, más allá de la conciencia o no conciencia de pecado que tengamos.

Esta es una Iglesia viva por el Espíritu. No por nosotros que somos simples peregrinos. Y en esta Iglesia seguimos recordando y aprendiendo quien es Jesús, quién es la Virgen. Mucho tenemos que aprender y en eso estamos y en eso queremos caminar.

Celebremos que somos Iglesia de Mercedes-Luján».

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