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FERNANDO MARTINELLI: “Jamás me voy a olvidar de la ternura y la tibieza que vivimos en Mercedes cuando niños”.

Médico terapista y neonatólogo, radicado en La Plata, hace casi 40 años. Hoy se dedica a realizar vuelos aéreos de traslado de pacientes críticos. Tiene claro que hay que rehumanizar la medicina. Los años de su infancia y adolescencia en Mercedes, y su paso por la escuela Normal están grabados a fuego.

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MERCEDINOS POR EL MUNDO POR FERNANDO PACHIANI

La escuela Normal
Desde el comienzo de la charla a Fernando le brotan los recuerdos sobre Mercedes como si los tuviera a flor de piel: “A mí me unen muchos lazos de amistad de haber vivido en Mercedes cuando era chico y adolescente. Sé que le hiciste una entrevista al “Bicho” Rudoni desde Mar del Plata; él se llama Oscar Alfredo Alberto, no sé si te dijo que tiene tres nombres, que había nacido prematuro y que es loco como una cabra; Oscar y yo compartíamos la Escuela Normal Mixta Justo José de Urquiza donde éramos seis varones y 36 mujeres. Yo soy promoción 71 y tengo 66 años. Otra gran amiga es Nélida Beyer que fue alumna de mamá y después fuimos compañeros en la secundaria. Son recuerdos imborrables y nos seguimos viendo, aunque ellos muchos más que yo porque soy muy reacio y me es difícil moverme por mis ocupaciones y no es excusa, viajo mucho por el interior del país.

Entre tantos recuerdo lo primero que quiero recordar es a una maestra que a nosotros nos marcó muchísimo que fue Celia Pagano, maestra nuestra en sexto grado de la escuela Normal; una mujer que para aquella época, los años 66, nos formó con un criterio amplio, nos dejaba crecer. No era una educación “bancaria”, nos dejaba hablar, nos dejaba pensar, nos preguntaba los porqué, nos incentivó a investigar, nos hizo conocer La Plata por primera vez (el observatorio), una mujer que me marcó absolutamente en lo que yo hice después de mi vida. La quería como a mi mamá; son cosas imborrables de la vida que te marcan por diferentes cosas; ella por ser extremadamente delicada y muy astuta y muy observadora con cada uno de los alumnos que tenía.

Para mí la escuela Normal sigue siendo el colegio con dos patios, pájaros de diferentes colores con dos pajareras, con odontología que estaba Carlos Bomaggio, «Cachuga», y nos revisaba los dientitos una vez al año. Y teníamos dos idiomas con Miss Illecas y Miss Cámpora; me traes al recuerdo un montón de cosas. Recuerdos extraordinarios. Desde jardín de infantes con Huguito Farina, el Dr. Farina, abogado, Raúl Puga que ya no está con nosotros, se fue de gira, excelente pianista, la madre Alicia lo hizo estudiar de ingeniero pero en realidad era un excelente pianista; y me acuerdo que siempre le decía a la Sra. de Maleplate que era la profesora de música «Ud. se equivocó, el mi era un si»; era muy gracioso.

Nosotros hemos pasado una niñez y una adolescencia extraordinaria adentro de ese colegio; me gustaba ir con “Polo” Chávez, con el profesor Tropiano, con María Luisa Cazeneuve que era directora. María Luisa en aquella época, con su “spencer”, bien inglesa, bien formal, había viajado por casi todo el mundo y había sacado fotos que en aquel momento era súper 8 o slip; entonces nosotros viajábamos con geografía por todo el mundo. La clase era un viaje, era un paseo, la hora con María Luisa era brillante; que te contaba la economía, la población, lo lindo, lo bueno, lo feo del país, los paisajes de la ciudad de Humahuaca hasta el Tirol en Innsbruck (Austria); qué era lo que se cultivaba; hasta tal punto a mí me había interesado tanto que yo iba a ser profesor de geografía política por ella. Como en el 70 nos cambiaron de ser maestros a ser bachilleres me vine a estudiar medicina porque era mi otra opción; pero pasamos en el colegio hermosos momentos.

Como todo viejo tengo memoria mediata y no inmediata; la Sra. de Tamagno estaba en cuarto grado mirando sobre la calle 29; el jardín estaba en la esquina de la avenida 29 y 38, enorme, era un jardín con mesas celestes y rosas con goma arriba que vos la podías lavar; plastilina, juguetes, lo que una quisiera; lo pasábamos muy bien; muchos de nosotros empezamos en jardín y terminamos en quinto año. Huguito Farina, Rulli y y el Negro Puga, Carlitos Sierra, Casal (ya fallecido), primo del que está ahora como procurador general de la nación; Silvia Cecchi, que falleció también y gran escritora, profesora y traductora de inglés, Robertito González iba a la tarde, gran persona también, es muy buen periodista, tiene un fino humor Robertito.

Yo en la secundaria era un gordito estudioso, era tan bueno ir a la escuela que no me costaba. A mí solo me resultaba difícil educación democrática con “Pety” Dulevich que nunca le entendí qué quería decir; entonces mi mamá y mis tías que eran docentes jubiladas me sentaban y me explicaban. Si vos me preguntás que dificultad tuvimos en el estudio, te digo ninguna, porque fue muy grato estudiar y divertirse.

Vivir la vida de esos años en Mercedes que era un Mercedes de calles cortas, de la 40 a la 2 y de la 45 a la 1 y calles de tierra y punto; salir a la tarde, a la mañana, a la escuela a la mañana y a la tarde jugar al fútbol; ciudad tranquila; un tren por hora; íbamos a Buenos Aires solos a comprarnos el pantalón; vos ahora no podés mandar a tu hijo solo ni a la esquina. Era una ciudad extraordinaria con un movimiento cultural importante: teníamos el teatro Talía con la Sra. de Milesi, donde siempre hubo movimiento cultural, artistas, teatro, y los profesores en general incentivaban a los chicos a hacer eso. Yo te hablo de Celia Pagano en primaria como te hablo de María Luisa en la secundaria o la Sra. de Siri en matemáticas que nos tenía locos porque nos tomaba una prueba por día porque éramos bastante indisciplinados pero enseñaban con amor, enseñaban con ganas de que el alumno aprenda.

Recorriendo el tiempo digo que muchos de los maestros de aquella época estaban influenciados por el mayo francés y cambiaron la educación “bancaria” por una educación un poco más liberal en muchos casos, en otros no; lo digo muchos años después de pensar y repensar el colegio” – concluye.

Mercedes a flor de piel
“Yo vivía en el barrio del hospital, 16 y 33 n° 816; iba a la escuela en la cucaracha de Cosi, yo tenía un perro que se quedaba en la esquina paradito conmigo a las siete de la mañana esperando la cucaracha; mi hermana y yo íbamos en la cucaracha; era un colectivo inglés y tenía los asientos de madera; primero en la cucaracha y después íbamos en bicicleta a la escuela; entrábamos 8 menos veinte y salíamos 12:15. Éramos un grupo muy simpático; corríamos carreras de bicicleta en el parque a oscuras a la noche a ver quién no se caía, era una locura, éramos 11 bicicletas y los porrazos que nos pegábamos eran terribles y uno solo con linterna. El fútbol todos los fines de semana y por supuesto el básquet. Ganamos muchos torneos de básquet. Éramos un equipo de seis compañeros del turno mañana y con el turno tarde completábamos los nueve para jugar al básquet con Tropiano; llegamos a jugar una final provincial con Chivilcoy. Mi vida era básquet, colegio, amigos, salidas, bicicleta, club Mercedes en verano, pelota a paleta, tenis, fútbol. Armandito González jugaba muy bien al básquet, es hincha de River, la única desventaja que tiene, es mi amigo del alma; nosotros seguimos charlando seguido aunque no nos vemos con frecuencia pero es con quien tengo más afinidad. Nosotros éramos el hijo de o la hija de, bueno, “¿donde están?” en la quinta, listo. Vivimos una época bárbara y yo creo que por eso nosotros seguimos unidos todos por ese amor a las cosas lindas de la adolescencia y vivir una época absolutamente tranquila. Yo salía de mi casa un sábado a las tres de la tarde y volvía a las diez de la noche; nadie me preguntaba nada.

La medicina
“Me fui de Mercedes a los 17 años, el 3 de enero de 1972 y me vine a La Plata a estudiar medicina. Elegí La Plata porque los chicos se habían ido casi todos a Buenos Aires y dije si me voy con estos yo no voy a estudiar, entonces dije me voy a La Plata. En Mercedes le quedó una deuda como médico según nos cuenta: “Yo quería trabajar pero como yo soy terapista, en aquella época ser terapista y neonatólogo era como decir clavos de vidrio y no había donde trabajar ni en Suipacha ni en Mercedes y entonces empecé en el Hospital Posadas cuando me recibí de ayudante para poder entrar a la residencia y ahí un amigo me dijo: ¿por qué no vas al de niños de San Justo? Te cuento todo esto porque uno va aprendiendo las diferencias sociales, porque yo creo que el médico tiene un componente social muy importante, uno es un servidor de salud, uno está para asistir y para ayudar, es el que hace asistencia, porque tiene un componente sociocultural muy importante, entonces hay que conocer todo y nos metíamos en la villa, en el barro, íbamos a vacunar a los chicos.

Después estuve dos años en Mar del Plata, empecé la residencia allá y después terminé la especialización en La Plata y me quedé a vivir acá. Elegí ser médico porque tenía dos problemas: uno era María Luisa con la geografía y el otro era el Dr. Ignacio Garcerón con quien charlaba bastante y él me aconsejaba libros, era un vasco duro pero era un vasco inteligente y un día me dijo vos para saber qué querés hacer lee este libro que se llamaba “Quo Vadis” y empecé a charlar con él y me dice si vas a agarrar la medicina agarrala por el mango y no echés la vista atrás.

Me atendió, me curó, me operó del apéndice, íbamos y charlábamos, venía a casa, era una época importante donde los médicos hacían domicilio y con el paso del tiempo me fui dando cuenta que la inclinación era para el lado de la medicina; o para ser maestro, me gustaba mucho, pero me enojé cuando nos cambiaron de maestro a bachiller en el último año; y no con muchas expectativas pero cuando comencé a estudiarla los primeros dos años no entendía nada, en tercer y cuarto año sí; ya me di cuenta que quería hacer medicina y asistencia porque podría haber sido científico o investigador, farmacólogo u otra especialidad de la medicina; viste que hay médicos que se dedican a la política, a la asistencia, yo abracé esta y la pediatría por Ignacio Garcerón.

Y cuando elegí pediatría me decían: “porque no agarrás esto o hacés aquello”; en esa época no existía la neonatología como especialidad puntual que empezó en los 60 en capital y te imaginás que para los setenta era muy poco tiempo y había pocos lugares donde formarse y empecé a derivarme a la neonatología y ahí me quedé. Yo atiendo hasta los 30 días, ya después me asusto cuando pesan más de 4 kilos porque estamos en un problema.

Tuve grandes maestros que me enseñaron a mirar la familia; siempre me decían: “vos podés hacer un buen diagnóstico pero si no mirás la familia le vas a errar”. Hay que mirar el paciente y su entorno, hay que rehumanizar la medicina; hay que volver a ver y contemplar la familia como el docente, a veces una sonrisa cura más que una medicación.

Su actualidad
“Me recibí a los 23 y tengo 66 o sea 43 años de ejercicio de la medicina. Siempre viví en La Plata; me casé acá, luego me separé, tengo dos hijos: tengo un atorrante y una normal de 30 y 31 que están bien, afectivamente bien formados y lo que hagan de su vida es su tema.

En la actualidad hago vuelos de traslados aéreos, porque después de tantos años de hacer terapia dije que me voy a buscar algo que sea más sencillo y útil entonces hago vuelos buscando pacientes críticos: quemados, traumados y en el hospital Lucovica ahora estoy haciendo las videoconferencias y tenemos una oficina de comunicación a distancia que la podemos conectar con la radio como por ejemplo con Salta y muchas veces hacemos charlas de cómo tratar a la familia, prevención que en este país se hace poca prevención, si uno hiciera más prevención habría menos enfermedades y menos internados; cuando hablo de prevención hablo de vacunas, charlas con los padres, de hacer resucitación cardiopulmonar en los colegios, de enseñar educación vial en los colegios, y esas charlas las podemos sacar por la radio en vivo charlando vos, yo y el que quiera; por ejemplo podemos hablar con un médico de Mercedes, una maestra y vernos, haciendo una video llamada desde el equipo de la radio o desde el teléfono o la computadora por zoom. Los salteños están en ese tema porque como tienen el territorio tan complicado y son cinco o seis hospitales nosotros tenemos comunicación. En el país hoy hay 370 oficinas de comunicación a distancia con lo cual se han achicado las distancias y los pacientes no viajan inútilmente o sea no viajan cuando no tienen que viajar. Se soluciona todo por videoconferencia.

El parentesco con el Papa Juan XXIII
Fernando nos cuenta acerca del parentesco con el Papa bueno: “Mamá era pariente de Juan XXIII, esto no lo he contado nunca pero mi abuelo Roncalli era primo hermano del Papa Juan XXIII; vinieron a la Argentina en el 65, mamá los fue a ver a canal 13, charlaron y él muchas veces se escribía con mi tía Teresa que era su prima hermana y le dijo: “voy a ser Papa no te voy a poder escribir más”, eso fue en 1958. Yo tenía esas cartas pero mamá con la represión me tiró todas las cartas que había guardado y fueron a quemarse; después cuando lo canonizaron mi primo se fue a Italia porque éramos la familia más cercana. Mis viejos hicieron todo lo que pudieron, vivieron bien, en casa siempre había alguien del instituto para comer los días domingos, éramos una familia tipo, de clase media, trabajadora, que me educaron en lo social, me inculcaron que el trabajo dignifica, que estudiar y la lectura era para crecer, leía porque era hijo de una maestra. Mi mamá de apellido era Roncalli como Juan XXIII, eran de Bérgamo, porque mi bisabuelo Pedro Roncalli era hermano del padre del Papa y eran tres hermanos que vinieron de Italia en 1890; uno se vuelve a Italia que es el padre del Papa con sus hijos a Soto del Monte en Bérgamo y los otros dos se quedan en Argentina.

Ahora tenemos un escudo de familia y un cuadro firmado por Juan XXIII, así fue la historia. Alejandro Roncalli que era aviador era mi primo y él fue quien viajó a Italia. Él era el varón que llevaba el apellido Roncalli.

En Mercedes quedan mi hermana Roxana Martinelli, mi cuñado; ella trabajó mucho en la escuela diferenciada en la calle 36 y 31.

Jamás me voy a olvidar de la ternura y de la tibieza que hemos vivido y compartido en Mercedes esos 17 años de nuestra primera etapa de la vida. A Mercedes como ciudad la quiero y quiero que crezca cultural y socialmente. Mis dos viejos eran empleados públicos e hicieron la imposible para que nosotros dos tuviéramos una educación superior
Me han hecho recordar historias que quiero mucho y las guardo en mi corazón”- concluye.

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