Locales
«La riqueza, la pobreza y el pollo»
Opinión por Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)
Los últimos días han sido de noticias con verdaderos contrastes respecto de la realidad que vive la Argentina. Desde que ha comenzado la pandemia allá por marzo y a raíz de un proyecto presentado por los legisladores Máximo Kirchner y Carlos Heller, los argentinos nos sumimos en un debate sobre el aporte extraordinario que debían pagar las personas (no las empresas) que acumulen importantes fortunas. Superiores cuanto menos a los 200 millones de pesos. Por única vez y con un crecimiento progresivo de acuerdo a lo declarado. Alrededor de 12 mil conciudadanos se ubican en ese rango contemplado por la ley que finalmente aprobó el Senado hace escasas horas.
La medida tiene su fundamento en la emergencia y la recaudación que se estima en 300 millones de pesos se destinará a la compra de equipamiento para la salud, a subsidios para la pequeña y mediana empresa, urbanización de barrios populares y relanzamiento de un programa para que los jóvenes puedan continuar sus estudios. Ya es ley. En el debate se escucharon los fundamentos y se habló de un proyecto con carga ideológica. ¿Cuál no? Las ideologías son en definitiva un conjunto de ideas que caracterizan entre otros, a las personas o a los movimientos políticos. Es por tanto ideológico pensar en que puede haber un esfuerzo de una pequeña porción de la población que no sufre sobresaltos en términos económicos para mitigar las necesidades de aquellas que andan a los tumbos.
Si hay una palabra que hemos escuchado hasta el cansancio en estos tiempos de COVID es Solidaridad. El espíritu de esa norma aprobada no apunta a otro aspecto que no sea ese. Mientras se debatía esta cuestión, aparecían otros datos. Más números para incluir en el debate que como sociedad podemos darnos. Un nuevo informe del observatorio de la Universidad Católica Argentina nos mostraba con absoluta crudeza, la realidad social de la Argentina. Más del 44 por ciento de los argentinos son pobres y un 10 por ciento de ellos indigentes. La tasa de desocupación creció varios puntos. Para seguir con los números como guía podríamos traducir esos porcentajes a cantidad de personas. Según la UCA entonces más de 20 millones de conciudadanos están inmersos en la pobreza y alrededor de 2.7 millones no tienen empleo. Y este es un dato, que puede discutirse en términos técnicos respecto de cómo y dónde se realizan las mediciones. Pero no tiene carga ideológica.
Vale recordar por si en la lectura se perdió el dato, que el aporte solidario alcanzaría a 12 mil personas. Podrá argumentarse con razonabilidad, que esta decisión que afectaría a las grandes fortunas no terminará por solucionar las enormes asimetrías que tiene la Argentina y que no puede ser la única receta para mejorar esos índices, pero parece irrelevante pretender llevar al plano de los ideológico lo que marcan los guarismos. Resulta casi obscena tamaña consideración. Como es habitual, los números, las estadísticas, siempre tienen su costado caprichoso por buscar un término que no resulte descalificador.
Consideraré oportuno entonces apelar a un texto popular que explica con singular claridad esta cuestión de las estadísticas. Dice que hay dos personas y un pollo. Una de ellas se come el pollo entero y la otra ni siquiera ha podido tocar una de sus alitas. Sin embargo, cuando ese ejemplo se convierte en estadística se dirá que cada uno ha comido medio pollo. Es el dato frío aunque no es la realidad. Es posible que en la Argentina en la que vivimos tengamos que empezar a observar los contrastes de esa realidad con una visión más certera que con la pretensión de insistir en cuestiones “ideológicas” a la hora de intentar achicar las desigualdades que se nos presentan frente a nuestras propias miradas. Los números serán siempre números, pero en este caso representan personas. Unas que sufren, otras que defienden sus enormes patrimonios. 20 millones por un lado y 12 mil por el otro. Dicho esto podríamos intentar aplicar la “parábola” del pollo para intentar que nos dé un resultado. Casi que apostaría sin temor a una grosera equivocación, que mientras muchos comieron ese pollo entero, otros tantos ni siquiera pudieron “chupar” un huesito.