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Las falsas noticias y el cuento del lobo

Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)

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A quienes trabajamos en la comunicación nos han enseñado siempre que el mayor capital que puede tener un medio o un periodista es la credibilidad, la confianza que despierta en los receptores de las noticias los contenidos que se generan. Pero en este mundo global, hiperconectado, han ido apareciendo amenazas como resultan ser la noticias falsas que no solo confunden y desinforman sino que devalúan ese capital al que hacíamos referencia.

La prensa en su conjunto está ante un gran desafío y uno de ellos es dejar de subestimar a quienes son los destinatarios de todo el trabajo que se lleva adelante. Lo saben los medios del interior, los saben los medios del mundo. Desde los más pequeños hasta los más grandes deben comprender que no solo hay que tener respeto por esta noble misión de informar sino esencialmente por el efecto que esas noticias provocan en las comunidades. Precisamente por ello hace pocos meses atrás uno de los medios más importante de la prensa de los Estados Unidos decidió poner en marcha una investigación centrada en las personas y no en cuestiones tecnológicas. Sus resultados o las conclusiones a las que llegaron resultan interesantes.

En la actualidad recibimos muchas noticias manejadas por algoritmos que detectan nuestros gustos o preferencias. De allí que nos sorprendan que cuando miramos un contenido determinado nos lluevan sugerencias sobre el mismo tema. Aparece pues la idea que estamos siendo inducidos a determinadas informaciones que nos facilitan o acortan caminos. No obstante ese análisis determinó que nada supera las recomendaciones de otras personas como pueden ser compañeros de trabajo, familiares o amigos. Las recomendaciones personales hacen que se valoren esos contenidos más que los recomendados por un robot. En esa línea de consulta o valoración los lectores o consumidores de noticias han expresado su “hartazgo” por las notificaciones automáticas, especialmente agotados por una permanente demanda de atención sobre ellas. Incluso eligieron establecer una especie de desconexión de las redes sociales, por ejemplo borrando las aplicaciones de sus celulares e ingresando a las mismas a través de buscadores. Lo sienten como un intento de poner límites a la influencia de las redes en sus vidas, como una forma de mantener y recuperar el control sobre las mismas.

Las noticias falsas se han convertido en el famoso cuento del lobo y ponen todo bajo el manto de la sospecha, de allí que no basta con describir o narrar una historia. En este punto es donde los consultados han expresado que quieren más elementos para el análisis como saber porque se está contando la historia, quien la cuenta y hasta como se construyó esa información. A pesar de la consabida cuestión de la reserva de fuentes, la claridad en ese aspecto es un camino que permite incrementar la confianza en el periodismo. Lo interpretan como un modo de aportarle transparencia a la noticia.

También se ha visto que en esa interacción de redes sociales una respuesta privada resulta más relevante que un “like”. Una demostración que no interesa tanto para quienes se expresan transmitir sus opiniones al mundo entero, sino lograr conversaciones más íntimas con aquellas personas en las que pueden confiar. Los niveles de debate con alto voltaje de agresiones hacen que en reiteradas ocasiones se adopte como una postura política la falta de opinión, pues sobrevuela el temor de ser atacado por pensar de una forma determinada dentro de un concepto binario de las cosas. Las sociedades van entendiendo que la teoría de rebaño, que no tiene que ver con las cuestiones sanitarias, afecta su comprensión, su tiempo y sus decisiones. Prefieren que los contenidos vuelvan a ser puntos de contacto cultural, de conexión con quienes desean conectarse y alejarse de aquellas conductas que desconectan de las realidades. Tal vez se pueda aplicar aquello que hacia fines del siglo XIX acuñó Abraham Lincoln respecto a que se puede mentir a pocos mucho tiempo, se puede mentir a muchos poco tiempo, pero no se puede mentir a todos todo el tiempo.

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