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Opinión: El desafío de una buena convivencia

Por Walter Anido (Especial para La Verdad Mercedes)

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¿Por qué los integrantes del Honorable Concejo Deliberante de Mercedes no logran una buena convivencia? ¿Porque desde el comienzo de esta nueva conformación existieron más desencuentros que puntos en común? Son dos preguntas aunque un mismo interrogante. Podríamos barajar tres posibilidades. Porque no saben, porque no pueden o porque no quieren. Se hace difícil pensar que alguna de ellas sea así. La Democracia admite tanto el consenso como el disenso. Es propio de este sistema que con sus vicios y sus defectos persiste en la Argentina desde comienzos de la década del 80. Afortunadamente. Pero especialmente el disenso es el que desafía a los dirigentes para mostrar cuan capaces son desde opiniones diferentes conseguir avanzar en temas que importen a la ciudadanía. La divergencia de esas opiniones, por el contrario a lo que muchos sectores alimentan en la Argentina y que hemos bautizado como grieta, no hace más que fortalecer las bases democráticas de representación.

Que cada sector político defienda sus verdades, opiniones o pareceres, debe ser un sano ejercicio, cotidiano, casi una autoexigencia para quienes tienen el honor de representar a sus conciudadanos. La discusión pública consigue una dinámica muy interesante cuando existen argumentos sólidos y convincentes. Pero cuando se mezcla en medio de los debates el retaceo de la voluntad, la anomia y la miopía, se corre el riesgo de ingresar en un terreno fangoso del que resultará difícil salir limpio.

Volvamos entonces a las hipótesis del comienzo. No saben, no quieren o no pueden. Los diferentes bloques que componen el parlamento mercedino cuentan entre sus filas a hombres y mujeres probos, con visión crítica y con firmes posiciones sociales y políticas. Provienen de la sociedad misma, se han formado en universidades, han caminado la calle y han participado de la vida interna de sus fuerzas para ganar experiencia en el mundo de la política. Ademas nada menos que estar legitimados por el voto popular. Entonces, ¿cómo dar por sentado que no saben? Tachamos ese punto pues. No pueden… ¿No pueden? Como no van a poder 18 personas, 18 vecinos de Mercedes, confluir en una institución de la Democracia y hacer de ella un espacio “honorable”, donde el vecino encuentre una caja de resonancia en la que sus preocupaciones puedan resolverse o cuanto menos debatirse sin mayores dificultades.

Precisamente porque el disenso dinamiza, no será difícil entender cuando cada sector exponga sus argumentos para justificar la adopción de alguna medida, la necesidad de alguna norma o la búsqueda del bien común. Que concejal podría uno afirmar que está en desacuerdo con que se logre el bien común… Pero también en esa afirmación de entender su probidad en el desempeño como tales, recogemos la capacidad de dialogo que puedan desarrollar. Con sus interlocutores válidos que para tal caso resultan ser los presidentes de los bloques. Entonces segunda tacha a otra hipótesis. Transformamos el no pueden en Pueden. Nos queda una… No quieren. Para los anteriores desarrollos hemos hecho valoraciones que demuestran de modo práctico que saben y pueden. Ahora para demostrar que quieren hacen falta gestos claros. Discursos sensatos y prudentes. Evitar el apuro que no ha sido un buen consejero para ninguno de los sectores que forman parte del cuerpo deliberativo local. Querer es a veces aplicar la inteligencia al servicio de esas situaciones que innecesariamente se volvieron traumáticas.

Por caso, ante la pandemia no fueron pocos los parlamentos que funcionaron de manera remota. Luján lleva siete sesiones bajo esa modalidad. Y hasta abrió sus plataformas para que pueda mantenerse la participación ciudadana con la denominada banca participativa. Una concejal local ha presentado esta iniciativa hace pocas horas. Su vigencia podría haber evitado estos recientes desencuentros. Pero no terminará por aventar las malas prácticas sino se asumen compromisos verdaderos para que fluya lo que realmente importa que es sesionar, debatir, legislar y controlar. Al menos puede ser un dato positivo que tras estos sucesos, hay unanimidad en cuanto al diagnóstico. Cuanto menos de esos interlocutores válidos. Pero no debemos perder de vista que cada uno de ellos representa una estructura partidaria que también juega su protagonismo desde un rol menos visible. Si no hay un compromiso de esos actores secundarios por encaminar el rumbo, puede que haya un teléfono descompuesto. Todo indica que es tiempo de hacer una pausa y repensar el “play”. No hay dudas que saben y pueden, los hechos serán los que contestarán la tercera de las hipótesis. Si en verdad, Quieren.

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