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Palabras de despedida de Monseñor Agustín Radrizzani

A pesar de las cruces del camino fueron años de felicidad y esta alegría se ha dado en la presencia de Jesús que se hizo patente a través del corazón de quienes me acompañaron.

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Frente al fallecimiento de Monseñor Agustín Radrizzani, recogemos las palabras de despedida que pronunció en la misa celebrada en la Catedral de Mercedes en octubre de 2019, cuando dejaba su cargo como Arzobispo de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján:

Muy queridos hermanos,

Es una inmensa alegría compartir en esta Iglesia Catedral la Eucaristía con todos ustedes. Como toda Eucaristía es acción de gracias.

Por eso, en primer lugar, gracias a Dios, Nuestro Señor, que me ha dado el don de la vida, de la fe y los dones de la vida consagrada, vida sacerdotal y vida episcopal. Quiero testimoniar ante ustedes las gracias que, sin mérito de mi parte, me ha entregado el Señor. Él se ha valido del don de mis padres para otorgarme el bello don de la vida y ellos han colaborado con Él para el don de mi fe. Siendo niño me sentía atraído por la alegría que vivían los religiosos que conocí y quise compartir la vida de ellos. Posteriormente el Señor me otorgó la gracia de ser sacerdote y obispo.

A pesar de las cruces del camino fueron años de felicidad y esta alegría se ha dado en la presencia de Jesús que se hizo patente a través del corazón de quienes me acompañaron.

También ante todos ustedes, queridos sacerdotes, mis directos colaboradores. Gracias por centrar sus vidas en Jesús y por acompañarme en la animación de esta muy querida Iglesia de Mercedes-Luján. Gracias también por disimular mis limitaciones y cooperar en todo momento para hacer una Iglesia misionera desde la vida en comunión.

Gracias a ustedes queridos diáconos, que se han formado con el acompañamiento de sacerdotes generosos y sirven al Pueblo de Dios en una realidad nueva para esta Arquidiócesis.

Gracias a los religiosos y religiosas que con su vida consagrada y su entrega desinteresada, incluso hasta extremos solo conocidos por Dios, son testigos del Evangelio y afirman la primacía de Dios y de los bienes futuros.

Gracias también a ustedes queridos seminaristas, novicios y novicias que con su entrega generosa nos hacen vivir el inicio y la alegría de nuestro camino y seguimiento a Jesús.

Quiero agradecer a los queridos fieles laicos, que donando con gran generosidad sus fuerzas, su tiempo y sus capacidades procuran instaurar el Reino de Dios. En modo especial a los sacerdotes y laicos que me ayudaron y ayudan en la curia.

Recuerdo aquel 17 de diciembre de 2007 cuando el Sr. Nuncio me comunicaba el deseo del Santo Padre de venir a servir a esta porción del Pueblo de Dios. Fui a visitar al entonces Cardenal Mario Bergoglio y me dijo: “Esta noticia es el mejor regalo que recibo en el día de mi cumpleaños”.

Cuando llegué a Mercedes pude comprobar la existencia de algunos lugares con una presencia especial del Señor y de la Santísima Virgen. La Basílica que custodia a la patrona de la Patria, la Virgen de Luján y también los dos monasterios de vida contemplativa con mis queridos hermanos benedictinos y queridas hermanas carmelitas. También, otro centro de irradiación espiritual es la querida Mariapolis en O´Higgins. Finalmente, aquí en esta ciudad, una gracia muy grande para toda la Arquidiócesis: el amado seminario Santo Cura de Ars.

Todas estas realidades, como asimismo la intensa vida que se nota en la comunidades parroquiales sirviendo especialmente a los pobres y necesitados de pan y de Dios, hace nuestra vida feliz al entregarnos a los demás. Decía Don Bosco: “Dios nos puso en este mundo para los demás”.

Finalmente quería decirles que estamos habituados a ver las sombras de las personas y las comunidades. Pero que haya tantos que quieran seguir a Jesús, aún con sus límites y pecados, es una gracia de Dios. He tratado de amar a cada uno, recordando lo de San Francisco de Sales: “si tu hermano tiene 99 defectos y sólo una virtud, quédate con esa virtud y no con los 99 defectos”.

Ahora, queridos hermanos, nuestra iglesia particular inicia una nueva etapa de vida con el querido Mons. Jorge Eduardo Scheinig. Estoy seguro que es un don para todos por su amor a la Iglesia, su espíritu de trabajo y su deseo de conducir nuestra comunidad Arquidiocesana en plena sintonía al Pontificado del Papa Francisco. Estoy convencido que todos, laicos, religiosos, diáconos y sacerdotes sabrán acompañarlo para ayudarlo en la tarea de animación de esta nueva realidad y desafío que la Iglesia nos propone como Arquidiócesis Metropolitana.

Encomiendo a la Madre de las Mercedes, nuestra patrona, y a la Virgen de Luján, patrona de nuestra Patria, lo sostenga y anime en el peregrinar que comienza.

No me queda más que pedirle al Señor nos siga bendiciendo con su espíritu y la Santísima Virgen nos cobije con su ternura. Y a todos les pido la caridad de su oración por mí para que el Señor me acompañe con su misericordia, por sentirme como el publicano del Evangelio que acabamos de escuchar. También yo no me atrevo a levantar los ojos, solo me atrevo a decirle a Dios: “Ten compasión de mí que soy pecador”. Porque a quién mucho se ha dado, se le pedirá mucho.

Recen por mí y yo le pido al Señor por todos ustedes para que todos los que Él me ha confiado puedan estar un día en el Paraíso, sin que ninguno se pierda. Y gracias una vez más por el cariño que me han brindado.

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