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Peligros que enfrenta el Papa

La vulnerabilidad de Francisco y sus palabras, que se quieren tapar. La custodia, lenta en reaccionar.

Publicado

Por Alicia Barrios

La vulnerabilidad quedó al descubierto. En el trato próximo, afectivo con los fieles, de estar al alcance de todos, una mujer china tomó a Francisco del brazo, en una actitud violenta, forzándolo a acercarse a ella y poniéndolo a punto de perder el equilibrio. Bergoglio se defendió de la situación para no caerse. Reaccionó como cualquier mortal común y corriente lo hubiera hecho.

Pero la custodia tardó en intervenir. Lo hizo después del episodio, que sin duda contrarió a Su Santidad. Eran ellos quienes, atentos, deberían haber hecho su trabajo. Es inexplicable que esto no haya sucedido. Si bien es cierto que Jorge Bergoglio intenta estar lo más próximo de la gente, hay límites. Sus custodios lo saben. Ese límite es no permitir el acceso al Papa de personas que muestran no tener la calidad de afecto que amerita la circunstancia.

A esa mujer le sobró tiempo para cualquier otra cosa: lastimarlo, atentar contra él. Esto merece ser revisado, porque es grave. En un gesto de humildad sin precedentes, en el Angelus, Francisco pidió perdón. Habló de la paciencia del amor: «El amor nos hace pacientes».

Reconoció que muchas veces él, como todos, pierde la paciencia. Dijo que había dado un mal ejemplo. Los medios que jamás mencionan a Francisco, quienes lo ignoran, pasaron un día entero con otras voces que sumaron sólo para hablar de la reacción del Papa y criticarlo, tapando lo más importante, que fueron sus homilías, especialmente la de estos días, en la que invitó en un mundo dividido, a la reconciliación y la fraternidad.

Se refirió a los conflictos y las guerras que no dejan de afectar a los más pobres y débiles. «Todavía hoy a tantos hombres y mujeres, niños y ancianos se les niega la dignidad, la integridad física, la libertad, incluida la religiosa, la solidaridad comunitaria, la esperanza del futuro. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que eso».

Se silenció al Papa en los medios, a propósito del episodio poco feliz con la mujer, que fue magnificado con ese fin. Ni más ni menos, dijo: «La mujer debe estar plenamente asociada a los procesos de toma de decisiones». Puso el ejemplo de Jesús, que al nacer se reflejó en el rostro de su madre, recibió sus primeras caricias e intercambió sonrisas con ella.

Pidió por un mundo que sea casa de paz y no un patio de guerra. Llamó a apreciar la dignidad de cada mujer. Como si esto fuera poco, afirmó que, cuando las mujeres pueden transmitir sus dones, el mundo se encuentra más unido y más en paz. Por eso, una conquista para la mujer es una conquista para toda la humanidad.

Francisco habló de contenidos muy importantes, existenciales. Denunció que el cuerpo de la mujer se sacrifica en los altares profanos de la publicidad, del lucro, de la pornografía. Las mujeres son fuente de vida, sin embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que llevan en el vientre.

Esto, tan esencial como la vida misma, fue opacado, con intencionalidad, por una mujer oriental que lo tomó de sorpresa, cuando lo agarró bruscamente del brazo y lo empujó hasta casi hacerlo rodar por el piso. La noticia no fue sólo esto, sino la respuesta enérgica del Papa, que se defendió de un ataque violento. Sin palabras.

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