Cuando las acciones colectivas se imponen a lo individual

En muchas discusiones o debates de la vida cotidiana un deporte como el fútbol, tan arraigado en nuestra sociedad, puede convertirse en un poderoso vector que nos permita con ejemplos explicar o simplificar situaciones. Incluso desde la comunicación solemos utilizar esas licencias con los matices que cada uno quiera darle. A veces hasta acercarnos al límite de la descalificación.

Por caso, hace pocas semanas el Ministro de Economía de la Nación se disponía a llegar a un acuerdo con bonistas de una parte de la inmensa deuda que tiene la Argentina con acreedores tanto externos como internos. Estuvieron aquellos que se les ocurrió meter esa previa en un plano futbolero para depreciar la capacidad de un funcionario y poner en relieve a quienes eran tenedores de esos bonos. Para esos comunicadores la previa no era más que un partido entre River Plate y Sacachispas. Pero a los pocos días las gestiones del club de barrio nacido en Devoto habían resultado exitosas, por cuanto el pronóstico terminaba siendo erróneo, sin entrar a juzgar intencionalidades. Esa historia concluyó con una ocurrente decisión del club del ascenso enviando una conceptuosa carta a Martín Guzmán y una camiseta del “Lila” para felicitarlo por esas gestiones y tratar de visibilizar que no existen los imposibles cuando se pone el mejor empeño y esfuerzo para una justa deportiva. Que no lo era en este caso.

Hace escasas horas, en tierras europeas donde el “balompié” se juega sin público, el Barcelona de Lionel Messi sufrió una de las derrotas más duras de su historia deportiva. Como parte de la fase final de la “Copa Libertadores” del viejo continente, el conjunto catalán recibió sin piedad una catarata de goles del conjunto alemán llamado Bayern Munich. Entonces nos recrudece la grieta futbolera, grieta al fin. De apuntar nuestros cañones, dardos, cuestionamientos, críticas y sopapos a diestra y siniestra para decir sin que nos sonroje un ápice de vergüenza, que el astro rosarino es un fracasado. Cuanta ligereza, cuanta incontinencia verbal, cuanto despropósito.

Una figura deportiva que es embajadora de nuestro país en el Mundo, que se ha cansado de romper records y de tener reconocimientos internacionales, pasa en una tarde a sufrir el escarnio de un montón de “impiadosos” que tal vez solo han corrido detrás de una pelota en el campito de sus barrios. Sin embargo, y más allá de ese contexto real, no ha sido el jugador argentino el responsable de la derrota, ni mucho menos ha sido un jugador del equipo alemán el héroe de semejante victoria. Entonces que viva el fútbol para otra vez permitirnos entender la realidad que nos rodea y abraza.

La concepción del individualismo es la que nos lleva desde hace años a los argentinos ( posiblemente a otras sociedades en el mundo también ), a sucumbir en fracasos, en creer que las salvaciones deben resultar mesiánicas y que un solo hombre puede más que la suma de voluntades. Otra vez el fútbol nos enseña que cuando existe una organización en la que cada uno cumple su rol con firmeza, se puede estar más cerca de mejores resultados. No por haberse repetido en infinidad de ocasiones esto pasa a convertirse en una verdad revelada. Pareciera que aún estamos lejos de entenderlo de esa manera.

El mundo vive en los tiempos actuales una crisis global sin precedentes donde los buenos resultados o aquellos que se acercan a lo mejor que puede ofrecerse como una respuesta adecuada, surgen de las conductas colectivas y no de las actitudes individualistas. Algún líder de la historia política de nuestro país ha referido a estos conceptos desde el punto de vista filosófico y doctrinario, lo que llamó la comunidad organizada. Un deporte como el fútbol puede simplificarnos esas discusiones. En un juego colectivo las soluciones individuales son tan transitorias como efímeras. En el transcurso o desarrollo de ese juego, es altamente probable que termine prevaleciendo la suma de un todo llamado equipo. Parece muy simple, aunque nos resulte complejo entenderlo.