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Decir papá es ponernos frente al misterio de la vida y volvernos inmensamente agradecidos.

Mensaje del Arzobispo Mons. Jorge Eduardo por el día del padre

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Cuando pronunciamos la palabra “padre”, y también madre, aunque hoy nos referimos a él porque celebramos su día, resuenan en cada uno de nosotros diversos ecos que nos llegan por lo vivido con nuestro propio padre. Ecos que nos van llevando a pensamientos abiertos e inacabables y que nos acompañarán hasta el fin.

Padre, es un vocablo mágico cargado de promesa, que nos recuerda el misterio de la vida y todo lo que de su persona nos fue dado y regalado: palabras, comentarios, narraciones, diálogos fundamentales, silencios, gestos, abrazos, distancias, sonrisas, enojos, todo lo visible y lo invisible, acontecimientos, presencias, ausencias… Todo, absolutamente todo lo de la persona de nuestro padre nos habla y por supuesto nos marca.

Papá, es un término que al decirlo nos conmueve. Es tan simple pronunciarlo… Puede haber sido nuestra palabra primera. Es una expresión cargada de cariño, ternura, cercanía, respeto, reconocimiento. La decimos y el propio corazón entra en sintonía con lo sublime, lo noble, lo maravilloso, lo superior, lo celestial.

Por eso, al celebrar este día, nos ponemos frente al misterio de la vida que recibimos de aquel que por su directa intervención nos la ha regalado y que con sus genes, nos trasmite además, características imborrables que nos hacen al mismo tiempo que únicos, semejantes sólo a él y claro que también a ella.
Reconocemos que padre, también se lo llama y con toda la autoridad de la palabra, a alguien que sin haber engendrado se hizo cargo de la vida del hijo. Por tanto, no se es padre sólo por procrear, sino también por cuidar y hacer crecer. Qué maravilla los varones que junto a su esposa adoptan hijos! Qué profundo sentido de una vida entregada hacia el otro y en favor del otro!

Es trascendental que toda persona, en este caso nuestro padre, aun perteneciendo al concierto de lo cotidiano y rutinario, podamos “sostenerla dentro del misterio” y asombrados, le seamos inmensamente agradecidos. Puede que haya fallado… Porque no pudo, no supo, no quiso o vaya a saber uno por qué. Pero el don de la vida que nos fue dado por medio de él, es un valor tan inmenso que necesitamos agradecerle siempre. La mayoría de las veces en lo secreto, y de vez en cuando con el abrazo franco, generoso, sencillo y luminoso. De no poder, nos queda sufrir, esperar el momento oportuno y rezar. Necesitamos rezar mucho por nuestro padre y también por nuestra relación con él porque hace a nuestra vida y a todo lo que en ella nos pasa en el presente y nos pasará en el futuro, incluso cuando ya no esté físicamente. Siempre estará presente y su presencia es vital.

Es llamativo que Jesús se dirigiera a Dios como Padre, mejor dicho como Abba, cuya mejor traducción es Papito. Toda la vida de Jesús ha sido para que descubriéramos que Dios es nuestro Padre lleno de Misericordia y Ternura, y que su Amor es tan fuerte y permanente que nos da seguridad y confianza para vivir en plenitud. Viendo la vida de Jesús podemos entrever al Padre que lo sostenía. Y la Buena Noticia es que Su Padre también es el nuestro y así como lo sostuvo a Jesús lo hace con nosotros. Nuestra vida en las manos del Padre está segura, y aunque las circunstancias muchas veces son adversas, caminamos seguros con Él y en ÉL.

El mundo necesita de buenos padres que den seguridad a sus hijos y dándoles confianza, se sientan acompañados y asegurados existencialmente. Vale la pena ofrecer la propia vida para que las hijas e hijos sientan un amor permanente que les ayuda a recobrar el sentido de la vida, de lo que son y pueden llegar a ser. El mundo necesita de papás que sean como un faro que indica el rumbo. Es una misión esencial, trascendental, imperiosa. Tan es así, que arriesgo diciendo que mucho de la desorientación de este tiempo histórico, es por la falta de padres.

Por eso, queridos papás, sientan el llamado de Dios a dar toda la vida para que sus hijas e hijos tengan una vida abundante, plena, hermosa y llena de buenos frutos.

Rezo para que así sea!
Les mando un fuerte abrazo, de padre a padre!

+Jorge Eduardo Scheinig
Arzobispo de Mercedes – Luján

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