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El secreto de las sabias decisiones

Por P. Pablo Vallés

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Qué gran negocio es el de saber tomar buenas decisiones en la vida. Muchos de nuestros malestares y sufrimientos podrían ser evitados si aplicásemos más discernimiento a nuestras elecciones. No digo que nuestro sendero existencial no presente de tanto en tanto algún sobresalto, ya que eso es inevitable. Lo que planteo es que hay muchos escollos en el camino que podríamos eludir, y muchos tesoros que recoger si fuésemos capaces de desarrollar una visión más sabia de la realidad que nos circunda. Pero esto requiere de mucho ejercicio y constancia.

Hay puntualmente dos hábitos muy comunes que atentan contra la prudencia en las decisiones humanas, porque disminuyen notablemente nuestra visión: la prisa y algunos estados de ánimo.

A veces vivimos corriendo, agitados por muchas realidades, y esto no es lo más propicio para el discernimiento. A lo largo del día solemos atender, de modo precipitado, diversos asuntos y responsabilidades. No nos hacemos el tiempo para detenernos a pensar y a evaluar nuestro recorrido. La rutina y la cultura de la inmediatez nos introducen en una inercia de la cual es difícil salir. Vamos haciendo cosas a los tumbos y con frecuencia constatamos que, como dice la canción, nuestros afanes cotidianos son “tanto correr pa’ llegar a ningún lado”.

Los futboleros hablan de parar la pelota y levantar la cabeza. En cierto sentido es un detener el juego y quitarle dinamismo, pero hay que hacerlo, porque si no el partido se desordena y se empasta. En la vida sucede igual, hay que saber bajar un cambio y parar. Es muy difícil discernir a mucha velocidad. Los mapas no se pueden revisar con las manos en el volante, es mucho riesgo. Hay que detenerse en la banquina para hacer las cosas bien.

Los estados de ánimo, especialmente los violentos, también atentan contra el discernimiento. Las pasiones como la ira, la bronca, el odio, nublan la mente y turban el corazón. Y actuando movidos por esas emociones podemos cometer los peores errores de nuestras vidas. Lo mismo sucede con la tristeza o el desánimo; no son buenos consejeros a la hora de decidir. A veces no queda más remedio que hacer opciones en medio de la noche – hablo metafóricamente de las oscuridades del ánimo – aunque, si las circunstancias nos lo permiten, deberíamos esperar para hacerlo a la luz del sol y con cielo despejado, porque de noche, como dice el refrán, todos los gatos son pardos.

Frente a la prisa y a las variaciones anímicas lo más sabio y prudente es buscar la serenidad y la calma. Eso nos dará mejor visión y perspectiva a la hora de tomar decisiones. El decidir con sabiduría es un verdadero arte. Sé que esto es fácil de decir pero muy arduo de concretar en la vorágine del día a día. Pero ya la toma de conciencia del problema, es un paso importante hacia la conquista de la solución.

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