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La “década mercedina” y la máquina de disolver odios

La positiva transformación de la ciudad en los últimos tres años ha sido una potente herramienta que desarmó las retóricas del odio que proliferan en Argentina. Lecciones y enseñanzas colectivas de la década mercedina.

Por Claudio Fabián Guevara

Publicado

Y un día, Mercedes dejó de pensar en términos de “grieta”.

Hace cerca de una década, nuestra bicentenaria ciudad quedó en el centro de una disputa política nacional que intoxicó severamente las relaciones vecinales. La guerra encarnizada que lanzó el multimedios Clarín y sus satélites contra los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, se combinó con la competencia electoral local entre el entonces intendente Carlos Selva y el postulante Juan Ignacio Ustarroz. La gravitación nacional de Wado de Pedro, hermano de Ustarroz, le dio proyección nacional a la contienda mercedina.

A la incesante campaña noticiosa del multimedios de la Argentina, se sumó la guerra de rumores envenenados, propia de nuestros circuitos vecinales. Proliferaron la retórica del odio, las descalificaciones mutuas y las infamias. Se dividieron familias, se rompieron amistades, cundió la incomprensión mutua.

La rabiosa rivalidad Selva-Ustarroz terminó como terminan, a la larga, todas las guerras: sin vencedores ni vencidos. Selva se impuso en la primera vuelta -año 2011- y Ustarroz llegó a la intendencia en 2015. La victoria de Mauricio Macri en la Presidencia dejó a Juani aparentemente a la intemperie, sin padrinazgos nacionales ni provinciales.

Una oportunidad histórica
Sin embargo, la historia mostró una vez más cómo es de imprevisible. Con Nación y Provincia gobernadas por signos políticamente adversos, la intendencia de Juan Ignacio Ustarroz logró una transformación radical de la ciudad, que le granjeó el apoyo inobjetable de una mayoría de vecinos, independientemente de su extracción partidaria. Se elogia la expansión del pavimento, la transformación urbana de las principales arterias, los servicios sanitarios, la gestión de los espacios públicos, la política cultural y tantos otros aspectos exitosos del gobierno municipal.

También es llamativo que no se profundizó la grieta: no hubo limpieza de opositores en la planta municipal, ni vendettas políticas, ni denuncias penales contra la administración anterior. La paz entre los otrora archienemigos electorales se hizo manifiesta una vez más en la última edición de la Fiesta del Salame, cuando Ustarroz destacó el papel que le cupo a los gobiernos de Selva en la jerarquización del evento.

En el orden nacional, la oportuna conclusión de la autopista Luján-Mercedes y el empalme con el acceso Oeste es otro progreso que pone a nuestra comunidad a las puertas de una etapa inédita de auge y desarrollo. Con buena parte de las rencillas y odios artificiales disueltos, en un clima de mayor tolerancia y paz entre vecinos, Mercedes puede tomar ventaja de esta oportunidad.

Lecciones de la década mercedina
Esta década mercedina puede sintetizar ideas que superen las falsas dicotomías entre vecinos. Un breve borrador (inconcluso) sobre las enseñanzas que podemos extraer de esta etapa:

Los medios de comunicación no son neutrales: Los argentinos sufrimos una impresionante descarga de noticias tóxicas, diseñadas para dividir la población entre tribus rivales. Si rastreamos en la última dećada, hallaremos decenas de artefactos noticiosos que nos conmovieron colectivamente, pero finalmente se revelaron falsos. Es preciso reconocer que los grandes multimedios no son neutrales, responden a intereses privados y funcionan como una máquina de propaganda y control mental. Este es el primer paso para ser capaces de pensar críticamente más allá de los mensajes que emiten, y construir salvaguardas individuales y colectivas contra la manipulación.

Nuestros vecinos no son nuestros enemigos, incluso si tenemos diferentes opiniones e ideologías: Es vital entender todos hemos sido adoctrinados e hipnotizados por esta red de significados. Reconocer las inconsistencias en nuestros propios pensamientos y creencias nos permite reconciliarnos con los pensamientos y creencias de los demás. Incluso cuando las acciones de los vecinos nos pueden parecer perjudiciales, la empatía y la compasión nos ayudan a eliminar los prejuicios que sentimos sobre lo que no entendemos. El humor y el desapego para no tomarnos muy en serio nuestros puntos de vista nos permite convivir más livianamente con los demás.

La ruina o la fortuna de una comunidad son fruto de procesos colectivos más que de méritos individuales. Las obras de gobierno nunca son personales: siempre se construyen en equipo, con el concurso de diversas áreas, y sobre la base de las gestiones anteriores. Ninguna comunidad prospera aislada, y ningún gobierno empieza desde cero. Todos los relatos que construyen ángeles o demonios individuales para explicar peripecias o venturanzas de la humanidad, debe ser desechados como falsos, parciales o malintencionados. Para cultivar la ecuanimidad, debemos rechazar tanto la adoración del líder mesiánico como el linchamiento público de los presuntos culpables.

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