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Si algo le faltaba a este 2020, era arrebatarnos a D1OS

Por Fernando Pachiani en su editorial del programa «Por El Buen Camino» en FM Santa María 88.1 y especial para La verdad Mercedes.-

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Tantos han hablado sobre vos y de vos. Tantas plumas eximias, tantos periodistas han escrito sobre vos, antes y ahora y seguramente lo seguirán haciendo. Algunos con interés se colgaron de tu apellido para ver si la «pegaban» con algunas palabras escritas. Pero yo, como muchos otros sentí, humildemente, en el momento que nos enterábamos de lo irreparable, de la noticia que nos negábamos a creer, la necesidad imperiosa de dedicarte estas palabras surgidas del corazón de alguien que, como otros tantos miles de argentinos, en esos momentos experimentó el mismo golpe emocional, la misma bronca ante una de las noticias más terribles de este año, año que ya nos pegó duro a todos, pero si algo le faltaba a este fatídico 2020 era arrebatarnos al D1OS más terrenal que el mundo conoció.

Intentaste una gambeta más pero esta vez no pudiste.

“Murió Maradona” fue el título más repetido en la prensa mundial desde el mediodía del fatídico 25 de noviembre. Murió el hombre, queda la leyenda.

La leyenda que le dio la mayor de las alegrías al pueblo argentino unido, sin grietas ni divisiones porque vos nos uniste en el grito de gol más grande de la historia, con vos fuimos felices. El genio del futbol mundial que sembró alegría en el pueblo, que regó de gloria este suelo como dice la canción.

Ídolo en cada club en los que jugó. Idolatrado hasta el paroxismo en el Napoli. No sólo por la obtención del “scudetto” sino por la simbología del triunfo del sur sobre el norte, de la humildad frente a la opulencia.

Fuiste y serás nuestro gran capitán. El del tobillo destrozado. El de las puteadas al aire mientras sonaba nuestro himno en aquella final del 90. El que se enfrentó a la FIFA en ese mundial y el que se comió la venganza de la misma FIFA en el 94.

Tuviste problemas, si claro que los tuviste. Tus detractores te mataban diciendo que no eras un buen ejemplo para los niños ni para los jóvenes, que la droga, la vida descarriada no era digna de un deportista. Pudo más la debilidad humana. No pretendías ser ejemplo de nadie y eso está claro. Como hijo, hermano, padre tuviste como todos aciertos y errores. Pero tu nombre Diego Armando Maradona será por siempre ese niño cebollita de mirada inocente que soñaba con jugar en la selección. Y vaya si cumpliste con creces ese sueño. Tu sueño fue nuestra mejor realidad deportiva.

El mejor jugador del mundo. El autor del gol con la mano de Dios, como el más hábil de los tramposos y del gol más espectacular del siglo, producto puro de tu magia incomparable. Todos corrimos con vos esos 53 metros en los 10,6 segundos más maravillosos de la historia del fútbol mundial. Te retiraste bañado en gloria del estadio azteca y lloramos con vos cuando salías de la mano de una enfermera en los EE.UU en el 94.

Siempre serás el gran jugador. Lo demás no cuenta. Los que quieran buscar en Diego un ejemplo a seguir, rastreen su infancia en Villa Fiorito, el sacrificio de su familia, la constancia para asistir a las prácticas. Ejemplo fue aquella pizza en familia que compró con los primeros mangos ganados como jugador. Ahí está el ejemplo, en la superación sin olvidarse nunca de sus raíces, de sus comienzos y de los miles de pibes que quisieron y quieren ser como él. Un verdadero embajador argentino.

Adiós Diego. Gracias por tanto fútbol, por tanta magia, por tantas alegrías. Ya no te volverás a poner la 10, pero la cinta del gran capitán siempre será tu símbolo.

El barrilete cósmico remontó su vuelo eterno. Lo llora el pueblo argentino, lo llora el país y el mundo entero.

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